Víctor y José Morey, creadores por naturaleza
- Selva Morey
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
Víctor Morey Peña (padre), José Leonardo Morey Ríos (hijo), dos hombres ligados por el parentesco y por el arte. Ambos enamorados de la Amazonía, comulgando vivencialmente con su paisaje agreste, exuberante, impredecible; sus costumbres milenarias; su gente genuina, noble y natural que plasmaron, a su turno, en lienzos preparados artesanalmente las magníficas estampas que nos representan, para perennizar un momento amazónico que perdure a través del tiempo para recordarnos nuestros orígenes; nuestro espacio temporal; nuestra percepción en las imágenes que pertenecieron e identificaron un tiempo de vida; modos ancestrales de la cosmovisión amazónica en el finito tiempo otorgado a cada uno, para testimoniar lugares, formas, colores y legar a las generaciones un atisbo, una dirección, una “trocha” de nuestra realidad en el espectro nacional, que aún falta descubrir y revelar.
Víctor Morey Peña (Yurimaguas, 1900 - Iquitos, 1965), diseñador gráfico desde sus inicios, con afición por el dibujo y la pintura muy tempranamente que lo acompaña toda la vida, mostrando su creatividad con la plástica y con la pluma, porque también el color y las formas se mostraron en la imaginación de las letras y los mundos descubiertos, todos para develar misterios y costumbres de su amada Amazonía. El motelo (1ra. edición, 1958), prologada por el escritor Ciro Alegría, constituye una antología de su creación con más de diez relatos que narran la vida del poblador amazónico en diversas facetas de su natural esencia que lo identifica con la ubérrima región en que se desenvuelve, con sus creencias, modos y formas peculiares de conducción social. Es su única obra en prosa, aunque muchos borradores inconclusos aparecieron tras su partida, posiblemente historias que quedaron truncas y luego olvidadas ante otras actividades más apasionantes que motivaron su interés, por ejemplo, la política regional, en la que también incursionó llegando a ocupar un sitial preferente, infortunadamente, ya en el ocaso de su tiempo. También incursionó en la caricatura, retratando humorísticamente a personajes relevantes de la época. Su obra pictórica ha visitado el ámbito nacional e internacional, exponiendo su producción en Cuba, Argentina y museos en la capital de nuestro país. Incursionó en la obra arquitectónica del Obelisco al Conquistador don Francisco de Orellana en la desembocadura del río Napo con motivo del IV Centenario del Descubrimiento del Río Amazonas, el 20 de diciembre de 1941, junto a su gran amigo, el ingeniero Tito Pinedo Lazo. En 1963, tras la convocatoria nacional para la creación de la Escuela Regional de Bellas Artes de Iquitos, que ahora lleva su nombre, concursa y gana la dirección de esta importante institución que lo convierte en promotor del arte regional, fomentando las exposiciones artísticas de las obras de sus alumnos. En 1964, con motivo de la celebración del Centenario de Iquitos, creó el escudo de Maynas con el lema “CARPENT TUA POMA NEPOTES” (“Tus hijos harán tu grandeza”), que fue expuesto por Fiestas Patrias en la Biblioteca Municipal.
José Leonardo Morey Ríos (Iquitos, 1951 - 4/9/2023), una vida prolífica en la creación de mundos que fue descubriendo con acuciosa observación de la naturaleza a la que destaca en su obra. “El artista de la llanchama”, como se le conocía por haber incorporado a su trabajo el entretejido de esta tela natural creando un estilo propio para su obra, siguiendo las venas de su composición donde, con visión artística y profundo misticismo, va encontrando los elementos que la naturaleza le brinda espontáneamente para su trabajo. Surgen los fenómenos atmosféricos, destellos luminosos, formas conocidas y otras, no comunes, mas no por ello extrañas ante la conciencia y visión del artista, a las que complementa creativamente para dar paso a una historia que revive el lienzo natural como si hablara de los recónditos secretos de la naturaleza y que solo será desentrañado por la intuición e imaginación de su creador. “Pepe” Morey como también era conocido, inició su trayecto artístico como diseñador gráfico, cursó estudios de fotografía, publicidad, marketing y fotomecánica, aunque en ese tiempo no constituían trabajos rentables. Deambuló por distintas instituciones con el trabajo que le apasionaba y realizaba en un cubículo con mesa de dibujante, muchas reglas de diferentes formas, pinceles, acuarelas, lápices de color con los que creaba los avisos publicitarios; hasta que se matricula en la Escuela de Bellas Artes y egresa como artista plástico; complementa su formación en la UNAP con el grado de bachiller en Educación. Accede a la plana docente de la Escuela de Bellas Artes y comienza su verdadera vocación y se encuentra con su “maestra silenciosa”: la llanchama. Viaja a Austria y Alemania, invitado por amigos a exponer su obra, donde es acogido con beneplácito por la prensa local, con quienes tuvo permanente cercanía y la petición de un nuevo encuentro que, infortunadamente, ya no se dio. No solo fue la llanchama, la misteriosa corteza que le cupo investigar y trabajar en ella, ya Pepe había desarrollado más de cincuenta técnicas entre figuras humanas y paisajismo con buenos resultados, habiendo deambulado en algunas de ellas con el cubismo de Picasso y el expresionismo o una mixtura emergente que significara el nacimiento de un nuevo estilo. Por estas consideraciones el Ministerio de Cultura lo seleccionó como artista del Bicentenario: Arte e Historia, Sueños y Realidad; fue reconocido por la Municipalidad Provincial de Maynas como “Hijo ilustre”. Es creador del escudo de Loreto, cuyos elementos que lo constituyen son un sol naciente, una cuenca hidrográfica, un pez y un árbol, que simbolizan la riqueza de la región.
Padre e hijo, trocheros amazónicos marcados por el destino, imprimieron a sus vidas el objetivo de desentrañar los misterios que esconde el mundo del artista plástico, su pasión y el drama de su trascendencia en el deseo de comprometer a otros seres creativos y desenvueltos en el arte para seguir haciendo trocha hacia la meta final del despegue cultural.