Un comentario al vuelo
- Selva Morey
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
Vivir en sociedad, en comunidad, nos exige el conocimiento de cuanto se comparte y también lo que se anticipa, para su gobierno. Como seres pensantes y sociables, el intercambio de nuestros pareceres, ideas o concepciones, pueden ser admitidos de buen o mal talante, dependiendo de las convicciones que cada quien posea. En estos días estamos en una gran controversia, se dice y se desdice en cuanto a los aspectos importantes de la vida de la patria que deben definirse dentro de la seriedad, la expectativa de lo que, por derecho y justicia debemos conocer. Está en juego, como siempre en estas fechas de segunda vuelta, la estabilidad, el ritmo conocido y anhelo motivador de mejorar nuestra condición de ciudadanos. Entonces, requerimos de la decencia, seriedad, y veracidad de propuestas que merecemos asimilar para elegir, dentro de la oferta electoral que ahora tenemos. Ya no somos un país desinformado, ya no somos las mismas personas de antes de la pandemia. Ahora, ya no somos los mismos, necesitamos saber, informarnos, sopesar nuestro futuro en manos de alguna de las ofertas que tendremos que aceptar para continuar la vida con confianza y fe en otros días que nos procuren estabilidad, mejoras en todo sentido.
Somos un país, con esperanza por salir de este flagelo aterrador que significa la pandemia del coronavirus, ávidos por volver a participar en la mejoría de nuestra situación venida a menos con relieves alarmantes desde el punto de vista económico; pero también somos un país que ha conocido muy de cerca el final de muchas promesas que nos acompañaron con sus ideas, su trabajo, sus proyectos, su vida productiva que influenciaron en la sociedad. Y, lo que necesitamos es que los ofertantes, ahora, hablen con claridad sobre las intenciones de un gobierno democrático mejor administrado, libre de incertidumbre; usando un lenguaje accesible a todos, veraz y sin dobles intenciones. Lo contrario, tiende a confundir a las personas que, dentro de la limitación de sus alcances de la política, aún confían. Tan malo es hablar a medias como callar solapadamente en la cautela de intereses individuales o de grupo. Hemos estado ya acostumbrados en cada segunda vuelta a decidir por el mal menor. Pero lo ocurrido en esta ocasión es un fenómeno nunca visto antes. De veinticuatro millones de peruanos que debieron sufragar en la primera vuelta, siete millones y algo más no lo hicieron. Entonces, estamos en una encrucijada donde los que no sufragaron no estarán representados si ocurre lo mismo de la primera vuelta. Es posible que esta ocurrencia se debió a la pandemia, al temor del contagio, o talvez a la ausencia justificada de las personas mayores de mayor riesgo.
Como sea que fuese, en las próximas elecciones de acá a cinco años, si las hay, en una posible segunda vuelta, ambos contrincantes, deberían acumular una cantidad considerable de los votos válidos que no fue el caso de esta contienda. Castillo obtuvo el 35,5 % y Fujimori 23,1%. Aún esperamos la cordura y el respeto que la población merece para informar sobre los planes y programas que se harán a partir del próximo gobierno y proceda, el que sea elegido, a un gobierno de trato respetuoso de la democracia y las leyes que nos rigen como nación.