La oportunidad de un refrán
- Selva Morey Ríos
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
Todos, en algún momento, hemos recurrido a la ocasión de usar un refrán. Este se va gestando en la charla, se va asentando en sus razones y, ¡por fin!, aflora preciso y oportuno. No hay lugar a duda en que el refrán encaja redondo en el comentario, aunque resulta que, a veces, junto a él existe ufano y también preciso un contrarrefrán. Uno muy conocido, por ejemplo dice: “Al que madruga, Dios le ayuda” sentencia más que cierta pues, la diligencia es sinónimo de progreso. Mas, para amenguar esta feliz aseveración, surge: “No por mucho madrugar, amanece más temprano”, en clara alusión a que no hay que exagerar en el anhelo por triunfar.
Este momento que vivimos en la patria, es uno de los que se presta a múltiples refranes para graficar la situación lamentable por la que aún se vive. Podríamos decir, por ejemplo: “Cría cuervos y te sacarán los ojos”, aludiendo a la elección de nuestros gobernantes basada en la confianza depositada en ellos para cautelar el patrimonio de la nación y en conclusión, salirnos “el tiro por la culata” porque “Dios los cría y ellos se juntan” en intenciones non sanctas, pero es que “No todo lo que brilla es oro” y solo queda hacer “Al mal tiempo, buena cara”, esperando que la decisión nacional que asumió el país en su necesidad de enrumbar hacia el progreso y no conseguirlo por la necedad de muchos que no lograron entender que “Lo que fácil viene, fácil se va”, ahora “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.
Muchos de nuestros representantes que surgieron de las urnas por la voluntad popular; se presentaron en el gran escenario patrio con discursos alentadores a la masa enfervorizada, que confió en su verbo florido y motivador, augurando mil y una promesas de realizaciones postergadas; a su tiempo, se conformaron con la realidad aplastante que, “Del dicho al hecho, hay mucho trecho” lo que devino en insatisfacción general ante la dilación de las promesas nacidas al fragor de la vorágine electoral.
La insatisfacción permanente de las promesas no cumplidas no pudo tener otra solución que el hartazgo clamoroso en “La voz del pueblo es la voz de Dios” y, la fuerza del pueblo peruano, fue la fortaleza para que el mandatario tomara la decisión importante, urgente aunque peligrosa de “A otra cosa, mariposa” y aún continúa la pugna que no acaba porque todos tenían muy buenos propósitos, pero “Hasta el infierno está empedrado de buenas intenciones” y el país se ha convertido “En casa del jabonero que, el que no cae, resbala”, y “A buen entendedor, pocas palabras”.