Una visión en torno a la interculturalidad
- Selva Morey
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
La genuina aspiración humana, es vivir en paz, con equidad, con la interna complacencia de poder ejercer derechos siendo escuchados y gozando de la atención debida y la mejor intención de mejorar nuestras circunstancias, satisfaciendo demandas consideradas justas en un contexto de libertad democrática y participación igualitaria.
Somos un gran conglomerado humano, heterogéneo, diverso, amorfo; aún lleno de insatisfacciones que, en el mundo de hoy, se manifiesta como una cruda realidad aquello que nos diferencia. Ayer, se podía aún, maquillar alguna de las falencias desmotivadoras porque existía cierta complicidad, un leve compartimento de igualdad en la carencia, como que unificaba nuestros deseos revistiéndolos de voluntad e iniciativas, las que, en definitiva, terminarían por erradicar las barreras y saldríamos triunfantes de la lucha por la sobrevivencia, por la igualdad de oportunidades, por el acceso democrático a formas de vida digna. Hoy, ese maquillaje cuasialentador, se ha vuelto descarnado; el mundo se ha magnificado en sus potencialidades y exigencias, en el desarraigo individual, en la lucha solitaria que procure avance; la presión social ya no solo se refiere a exacerbar la voluntad para el cumplimiento a satisfacción de los nuevos dueños de la humanidad, sino a caminar acompañados de la nueva tecnología, que además es cambiante, modificable en mínimo tiempo, hecho que condiciona a la permanente retroalimentación de lenguajes aprendidos por la fuerza de las circunstancias. En este desalentador contexto, visto desde el análisis de otros tiempos en los que las percepciones se referían a aspectos vivenciales sin las complejidades del mundo de hoy, surgen otras aristas no resueltas que abarcan múltiples campos del accionar humano.
Esta digresión que surge del deseo genuino de entender a la comunidad variopinta de nuestro país, enlazando en este proceso la riqueza cultural de los pueblos, el anhelo nunca satisfecho de la conformidad vecinal para lograr dimensiones extraordinarias de beneficios comunes; el desarraigo importante del egoísmo ancestral que divide y no suma para el bien común y el mal entendido nacionalismo que impide el natural crecimiento y desarrollo del mundo, adjudicándose derechos generales que mueven las fuerzas de una nación en su totalidad y al hacerlo, sin duda alguna, no benefician a las generaciones en tránsito, que sí tienen derecho a recorrer con libertad, reconocimiento de sus orígenes, apoyo y oportunidades que otorgan las leyes de un país.
Nos hemos quedado en el discurso trasnochado de las desigualdades sociales alentados por intereses foráneos que lo único que pretenden es el protagonismo y las prebendas resultantes. Todo ello fundamentado en la ignorancia de las mayorías y malos hábitos adquiridos que no han procurado visiones de futuro con oportunidades, agravado por la total lenidad en la corrección política y social de líderes probos, congruentes, que marquen el parteaguas importante y, por fin, se logre entendimiento y actuación democrática.
Mi padre decía :“ hasta en el cielo hay jerarquías” - continuaba – “Serafines, Querubines, Tronos; Principados, Arcángeles, Ángeles, Santos…” Será quizás por ello que los estratos sociales en el mundo están llenos de diferencias que se hacen notar en el diario vivir, y ya en este Siglo XXI con su debut cruento y doloroso, se hace más notorio entre la humanidad. Los hombres pugnan por la igualdad material que no llega a todos, sino a aquellos que en el decurso histórico han promovido su poderío en base a luchas y conquistas, hechos que aún persisten por considerarlas idóneas para lograr cometidos de grupos, alentados por la ambición y el desprecio al orden institucional, mediante la presión social que ya se ha convertido en un medio exitoso de la demanda. Pero, no estamos pensando en los que siguen viniendo a poblar nuestro masificado mundo y replicando desde niños las inconductas de los mayores que los privan de mejores formas de vida, que solo puede lograrse a partir de integrar la nación de nuestro origen, el país donde nacemos y siendo sujetos de derecho y obligaciones que conduzcan a todos hacia el bien común.