Necesidades emocionales y equilibrio humano
- Selva Morey
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
Los últimos dos años que la humanidad ha vivido, ha significado, para cada habitante sobreviviente de la pandemia del covid-19, un rosario de duras experiencias que aún no se asimila a cabalidad y menos se da respuesta convincente al sufrimiento sostenido para afrontar las consecuencias que persisten en la psiquis de las personas, debilitando su autoestima, medrando peligrosamente sus capacidades menguadas por el ataque imprevisto, desconocido y letal de la contaminación. Pero, no solo la enfermedad hizo su cruel trabajo de reducir las potencialidades humanas, sino las medidas que se adoptaron, inicialmente, para contrarrestar el embate nefasto del virus que produjo ingentes pérdidas humanas. Ya desde estas primeras experiencias de la población: ser testigos de la mortandad y el hecho de desaparecer los cuerpos sin el protocolo de la inhumación que es derecho universal para con los cadáveres, estábamos siendo reducidos en la capacidad humana de sentir, reconocer y acompañar a los seres queridos tras su deceso.
El largo confinamiento a que fuimos sometidos, provocó efectos psicológicos negativos para la salud mental. Inicialmente, se trataba de evitar el contagio, pero también se sumaron preocupaciones económicas y familiares. Todo cambió de la noche a la mañana y tuvimos que adaptarnos al trabajo virtual, laboral y educativo, se perdió el contacto físico con los seres queridos; en resumen, se rompió la rutina abruptamente y, el distanciamiento social y aislamiento causan en muchos casos ansiedad, depresión y hasta estrés agudo. Problemas en el sueño, temor, tristeza, sensibilidad emocional, angustia, desesperación, frustración e incertidumbre.
La convulsión que atraviesa nuestra patria, en el que se pone de manifiesto, la mediocridad de las medidas que se adoptan y que no conducen a crear el clima necesario para ir recomponiendo el país luego de haber pasado tanta angustia, desesperación con la pandemia vivida y seguir aún, atravesando la secuela que nos dejó; también es un caldo de cultivo para el desánimo, la pérdida de la confianza, la pérdida de los valores, del respeto, de la motivación para resurgir como ave fénix en una verdadera patria que lidere al interior y exterior una comunidad armónica, trabajadora, segura, solidaria, respetada y respetuosa en el contexto internacional, sin paliativos improvisados y con los mejores cuadros profesionales que la conduzcan. Todo lo anterior ha creado un clima de inestabilidad, de debilidad, de vulnerabilidad en el país, que se traduce en confrontación, desacuerdos peligrosos y vergüenza nacional.
Los seres humanos tenemos necesidades emocionales básicas para constituirnos en adultos plenos, equilibrados, participativos, con ideas claras, con voluntad propia. Las necesidades emocionales como el afecto, el reconocimiento, la pertenencia, la seguridad, viven en la psiquis del ser humano y lo guían para las decisiones que asume cotidianamente, que lo sitúa en un lugar que respeta y protege, que le permite libremente aportar y ser considerado parte del conjunto coadyuvando con energía y lucidez. ¡Cómo puede la población vivir en paz, cuando sus fuerzas tutelares no son garantía para la armonía, cuando aún trata de levantarse de la experiencia mortal de la enfermedad pandémica, y ya está sometida a más incertidumbre, inseguridad y desequilibrio nacional!