Liderazgo, el poder de la persuasión

(Imagen: El lenguaje persuasivo para liderar es muy efectivo - https://www.ieie.eu/

  • Selva Morey
  • Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
  • selvamorey75@gmail.com

Liderar, comandar, presidir, dirigir, conducir, guiar, son sinónimos del anhelo natural de todo ser humano de estar apto, capacitado, formado idóneamente para el desempeño de actividades que suponen importantes compromisos por cumplir socialmente. El liderazgo lo han ejercido en la historia preclaros hombres comprometidos y responsables con el pueblo, aunque también, otros, llegaron falseando sus propias intenciones y se entornillaron en el poder para, en nombre del bien común, la igualdad y la equidad social imponer sus ideas y métodos non sanctos para avasallar todo lo conseguido en bases democráticas por los pueblos, donde se sabe, el 80% promedio de su población sufre de analfabetismo que, en los tiempos de hoy, con el establecimiento de la nueva tecnología, se ha ampliado aún más la brecha de la ignorancia.

Quien asume la responsabilidad de guiar, marcar el rumbo hacia el objetivo de esfuerzos e ideales compartidos, tiene el compromiso de ser auténtico y poseer ciertos requisitos que hará su trabajo viable y aprobado por los seguidores; tiene la exigencia de ser ético y digno de confianza para lograr influenciar directamente por el respeto y responsabilidad hacia las demás personas.

Los líderes auténticos se conocen bien a sí mismos, tienen muy claro hacia dónde se dirige la organización y son capaces de poder transmitirlo al resto para la consecución de los objetivos de equipo o individuales; favorecen la transparencia en las relaciones, muestran un eficaz procesamiento de la información para la toma de decisiones y mantienen una línea de comportamiento coherente con un conjunto de valores y principios personales. Cualquier persona puede ser un líder si se decide a serlo, aunque debe contar en su haber con cualidades imprescindibles sin las cuales se convertiría en un remedo atrevido de liderazgo que, rápidamente, es percibido por los demás.

La comunicación es la primera. Quien puede hacerlo con eficiencia tendrá un camino abierto que facilitará la concertación, el acuerdo, la aprobación hacia las propuestas. Sin embargo, la comunicación tiene algunas características importantes a tener en consideración. Se entenderá mejor los mensajes si son claros, coherentes, permanentes, en lo constructivo y positiva actuación del líder. Quien se comunica en esta dimensión de liderazgo, debe inspirar credibilidad, confianza; aspectos ligados a su actuación individual y social en la comunidad. En el empeño de la persuasión hacia fines y objetivos, no debe haber atisbos de mentira o doblez. En la historia de la humanidad, muchos líderes han hecho gala de un verbo extraordinario y un poder de convencimiento, no obstante, fueron discursos que conducían a la oscuridad de sus objetivos perversos con el confiado aval de sus seguidores. El siglo XX ha sido una de las épocas más convulsionadas de la historia, tras la segunda guerra mundial, los líderes hicieron gala del más grande y descarnado odio a la humanidad con sus crímenes: Stalin en Rusia; Hitler en Alemania; Sadam Hussein en Irak, entre otros. En América Latina, hay muchos de infame recordación.

Y es que se reconoce al líder negativo, porque carece de visión, no sabe comunicar sus ideas, es demasiado rígido y mediocre o esconde sus verdaderas intenciones en un halo de soberbia sin fundamento. El líder negativo prefiere la gente sin carácter, que haga todo lo que él dice sin oponerse, evitará y, si puede, sacará a quienes tengan capacidades reales o conocimiento; prefiere la servidumbre incondicional a la eficiencia en los resultados.

Hay, sin embargo, líderes positivos que han dejado su influencia a través de su actuación política e influyeron en las comunidades con sus mensajes de equidad, respeto y valoración de la humanidad: Martin Luther King, John F. Kennedy, Barack Obama, Mahatma Gandhi, María Teresa de Calcuta, Juan Pablo II. Ellos y otros, dieron el buen ejemplo con su vida y sus actos coherentes, demostraron la disposición para asumir la responsabilidad de sus actos, aún a costa de su propia integridad física.