La sorpresa de lo impredecible

  • Selva Morey
  • Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
  • selvamorey75@gmail.com

Imaginemos un día cualquiera, despertamos con la agenda en la memoria con las ocupaciones de ese día y de repente algo se ilumina en el ambiente hasta enceguecernos, aún sin tener conciencia de lo que ocurre sentimos sensaciones diferentes y nuevas, un líquido rojo corre por la cara, desde la cabeza. Todo alrededor son escombros y lenguas de fuego que nos circundan. ¿Qué ha pasado? No oímos nada, el sentido de orientación se ha perdido. No hay dolor solo entumecimiento que impide movernos.

Imaginemos, salir muy temprano para las compras diarias en el mercado local. Abastecernos con nuestras provisiones y regresar solo para no encontrar el camino conocido, porque hay escombros, griterío, unidades móviles por todos lados, y recordar que dentro de casa dormían los hijos y todavía los mayores no salieron a su jornada laboral.

Imaginemos, estar en casa preparando el desayuno y de pronto sentir que la estructura de la casa cae destruyéndose tras un estrepitoso ruido que no logramos saber el origen. El fuego de la cocina ha crecido temerariamente hasta poner en riesgo la integridad física. De a pocos vamos teniendo conciencia que lo ocurrido es un accidente grave que no podemos calcular sus consecuencias.

Es lo que, infortunadamente, ha ocurrido en Villa El Salvador, con la fuga de gas licuado que hizo explosión por una mala maniobra del conductor del camión cisterna. Miles de personas se han visto perjudicadas con este terrible suceso, incluyendo la pérdida de vidas humanas valiosas.

Cómo resarcir de esta desgracia a la población de VES, luego de esta trágica experiencia que ha cobrado vidas humanas y ha dejado heridos del cuerpo y mucho más del alma, porque jamás volverán a vivir emocionalmente tranquilos y en paz. Cómo continuar viviendo en la confianza a que todos tenemos derecho que se supone debe existir en un país que se precia de democrático y justo. Ya no solo es un lastre la inseguridad ciudadana. La delincuencia irrumpe en las casas, asalta en la puerta misma de cada hogar. Amén de los asaltos consabidos en cualquier lugar para apoderarse de celulares, sino que ahora no se puede soñar con el descanso nocturno en la propia casa porque no hay confianza de amanecer con bien; no por causa de enfermedades o situaciones fortuitas controlables, sino por la inoperancia, falta de responsabilidad, de quienes tienen la obligación de cumplir con su trabajo con verdadero compromiso ciudadano, y en este caso de la tragedia de VES, no solo es negligencia del chofer, sino también de la empresa que no revisa las condiciones en las que trabajan máquinas y hombres.

De seguir la irresponsabilidad de las autoridades y la falta de entrega al compromiso contraído con el pueblo; de no cumplir a cabalidad con sus funciones; erradicar la delincuencia: cuidar del orden público; mantener pistas en buen estado; unidades móviles para transporte de combustible con adecuado mantenimiento; capacitación del personal que comparte la tarea de administrar las ciudades; y, por extensión, la poca exigencia de las autoridades para hacer cumplir las ordenanzas que imparte; estaremos asistiendo al principio del fin de la vida normal de los seres humanos en las comunidades, en el país.

El 26 de enero fue una fecha histórica, aún con la expectante esperanza de lograr un conjunto de hombres y mujeres que se comprometen por sentar bases de orden, de justicia, de democracia, apartando los consabidos vicios en que estuvimos inmersos por la soberbia, orgullo mal entendido y prácticas obsoletas de política ancestral. Ya perdimos mucho tiempo con estos usos y costumbres de los defenestrados “padres de la patria” que, muy a tiempo, se perdieron en la noche del absoluto repudio ciudadano. Es hora de mirar con entusiasmo, con vigilante interés el actuar de los que nos representarán y estar alerta ante cualquier indicio de caminar como el cangrejo. Necesitamos gente comprometida, con sólidos principios de honestidad y justicia. Dejando de lado la pérdida de tiempo que significa, el compadrazgo, la componenda y el deseo de enriquecimiento ilícito. En la Amazonía necesitamos imbuirnos de fe, confianza, fortaleza y orden integral para poder usufructuar la riqueza tropical buscando el bien común para todos.