Hablar, leer, escribir, escuchar
- Selva Morey
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
Las capacidades comunicativas del hombre que lo integran a la sociedad para interrelacionarse, crecer y desarrollarse en las comunidades desde que nace son las facultades exclusivamente humanas: hablar, leer, escribir, escuchar.
El hecho de hablar, producto aprendido por imitación social, permite al hombre su participación interpersonal y, dependiendo de cómo se exprese, podrá ubicarse socialmente en entornos formales y prestigiosos, lo que le dará grandes satisfacciones y accesos privilegiados. Hablar con propiedad, corrección y aceptación consiste en una ardua preparación que empieza por dedicar un tiempo habitual y reglamentario a la lectura, si acaso quien asume el compromiso de su capacitación, experimentará satisfacción personal; credibilidad social o como ahora se dice “acreditación social” que significa formalidad, equilibrio psíquico, solvencia moral.
Tan importante es hablar bien que enaltece a quien lo practica o señala a quien no se conduce con idoneidad.
Nuestra lengua española o castellana, sin embargo, no es tan simple de dominar, para quienes tienen un acercamiento inicial siendo expertos en su lengua propia. La ironía y el doble sentido que caracteriza a sus hablantes hace difícil aprender y entender esta lengua. El inglés es de aprendizaje complicado por su fonética; el castellano es difícil como lengua debido a la complejidad de sus leyes gramaticales.
La Real Academia Española (RAE), institución cultural que agrupa en su seno a las Academias de la Lengua Española o castellana de América Latina, entre otras, se dedica a regularizar la lengua librándola de excesos lingüísticos propios de la humanidad en la libre interacción e intercambio comunicativo. Su lema “limpia, fija y da esplendor” caracteriza al cuidado que los hispanohablantes debemos manifestar por su uso y enaltecerla en el contexto que nos quepa actuar oral y gráficamente.
No se trata de pecar por purismo que quita la espontaneidad y natural reacción de la humanidad ante sucesos intempestivos o festivos en los que las emociones se exacerban por situaciones fortuitas; se trata de cuidar nuestro patrimonio cultural, este que, genuinamente por la historia, nos ha sido legado y nos pertenece por uso y costumbre.
En la redacción o grafía de nuestras ideas, solemos cometer un sinfín de errores porque es preciso seguir la pauta directriz de las reglas gramaticales. Para comunicarnos oralmente, sin embargo, nuestra lengua se acomoda al interlocutor y entendemos los mensajes, incluso nuestra actuación oral se mantiene en el modo iniciado, lo que propicia simpatía y aprecio. Pero, cuando formalizamos nuestra actuación y la lengua debe fluir con corrección, porque así establece el canon social de interacción comunicativa, máxime si se representa a un estamento, una asociación, una congregación, una población, un país, etc., entonces es clamorosa la exigencia de una conducta oral prístina, con la puntualidad del conocimiento actual de nuestra lengua, porque, recordemos, esta cambia permanentemente, se modifica y renueva. Es un compromiso ciudadano, manejar nuestra lengua adecuada y correctamente, entendiendo que es así como se aprende a interactuar socialmente. El ejemplo es importante, las generaciones aprenden de ellas mismas y las van trasmitiendo a las venideras, razón fundamental para construir un mundo de calidad y será de gran responsabilidad en lo que corresponde hacer a cada quien en su rutina de vida, legarle este patrimonio importante de comunicación que lo ubicará en sitial social preferente.