Fuerzas productivas y soberanía alimentaria



“Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha” (Víctor Hugo).

(Imagen: Depositphotos, autor: h3k27)

Millones de años de la Era Antropogénica, parecen no ser suficiente para que la humanidad registre en su pensamiento los modos de producción desarrollados por sus naciones para enfrentar el crudo invierno o las grandes tormentas del desierto, guardando el grano que mitigue el hambre y satisfaga a la familia, desayunados todos al calor de la hoguera.

Propiciamos conflictos armados por el monopolio de la riqueza mineral que la madre Tierra alberga en sus entrañas. Y de allí avanzamos cual visionarios del Armagedón con el azadón, destruyendo la historia, masacrando la geografía, aniquilando la esperanza de un mundo unificado que manifieste el lenguaje de los valores.

Desangramos África, mutilamos al milenario oriente, excavamos las montañas de América y el hambre sigue fustigando el progreso, tantas veces festejado en las cumbres de las Naciones Unidas mientras la OTAN prepara toda su artillería. Las políticas de Estado y el futuro planificado están contaminados por los cónclaves del gran capital y la hipocresía. Amén de las santificaciones de la feligresía.

Premiamos con los Nóbel de la Paz, la ciencia o la creatividad invocando a alguna divinidad mientras dinamitamos los cerebros de las mentes libres o las lenguas ingeniosas de quienes por su juventud y coraje se atreven a levantar la voz y el puño de la protesta, rompiendo el silencio de la esclavitud.

Bombardeo de desinformación en las cadenas noticiosas y las redes tendenciosas. Exitosos Acuerdos del Milenio sin analfabetismo, sin pobreza, con hambre cero. Satisfechos todos con las estrategias de la organización europea en pro de la incidencia política y campañas de sensibilización orientadas a las reivindicaciones de las fuerzas productivas para garantizar la soberanía alimentaria.

Los niños del mundo sin protección del Estado, son las primeras víctimas de la guerra. Y la indiferencia de los “civilizados” aterra. Se olvidaron del pacto contraído al firmar la Declaración Universal de los Derechos Humanos procurando los medios para la salud, educación y alimentación como derecho fundamental y combatir el hambre al cooperar las fuerzas productivas entre pueblos hermanos. Pactaron la defensa de la dignidad del ser humano. Sin embargo, los vemos en las calles mendigando, mientras el rico a sus mascotas sigue alimentando. Y la caja del fisco perforando.

Se olvidaron del agro, de su inversión y protección. La alianza obrero-campesina ya no cala en el “pata cala” siempre vilipendiado y por el sistema marginado. La fe, ya no mueve montañas cuando hay niños, ancianos y mujeres vejadas ante la sordera de la justicia. Abogados litigantes marchando, exigiendo buen trato y celeridad procesal al poder judicial, quien ha de direccionar para que el hecho carezca de trascendencia; mientras los poderosos, en abrazo de oso, beben y disfrutan de corruptelas y placeres con tráfico de influencias en el tik tok al estilo Montesinos.

La sociedad civil organizada debe garantizar que se cumpla este derecho. El Ministerio de Educación como ente rector debe impulsarlo en cunas, jardines y los Programas No Escolarizados de Educación Inicial (Pronoei) que atienden a la primera infancia en extrema pobreza. Sin embargo, se depredan los bosques primarios con la tolerancia e ineptitud de las autoridades que invierten el presupuesto al margen de las necesidades de la población, incumpliendo el mandato de la Constitución Política del Perú, que asigna el 6% del PBI para Educación.

¿Qué políticas de gobierno priorizan este derecho?

Declarativamente se asigna un presupuesto. Los “gallinazos sin plumas” evidencian la traición a principios constitucionales y universales: “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud, y el bienestar, y en especial la alimentación” (art. 25° de la D.U. de los Derechos Humanos). Lo consagra la Declaración Universal de los Derechos del Niño y el Adolescente. Debemos involucrarnos en la problemática social y fiscalizar el gasto público, exigiendo la correcta inversión en la alimentación de la niñez y juventud desde las instituciones públicas o comunitarias en la que participa la ciudadanía, si queremos emerger del hoyo de la mediocridad que relega a Loreto a los últimos lugares en Matemática y Comprensión Lectora. ¡Basta ya! de seguir violando su derecho al bienestar pleno.