El Gran Tomy y su amor incondicional
Esopo sentenciaba: Quien maltrata a un animal, no muestra buen natural
- Gladys M. Vásquez Pinedo
- Docente de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
El año 2015 ha estado marcado por grandes atentados terroristas, pero también por graves crisis de tipo humanitario, como la desatada por el devastador terremoto registrado en Nepal o, más recientemente, por la llegada masiva de cientos de miles de personas a las costas europeas huyendo de los conflictos que asolan sus países.
En Latinoamérica, específicamente el Perú, la violencia cobró miles de víctimas; feminicidios, invasiones y desastres naturales tiñeron de rojo las páginas noticiosas. Tragedia mayúscula fueron las megadenuncias por corrupción. Loreto estuvo inmerso en el cuestionamiento público por la venta de las empresas estratégicas del Estado con Petroperú en quiebra, sus ríos contaminados y los indígenas muriendo. En este escenario llegó Tomy al hogar.
Una oscura noche con truenos y relámpagos atormentando la ciudad, los canes del dos veces coronado alcalde de San Juan, se lo iban a devorar y el maullido lastimero motivó la rápida intervención del César, su salvador. Este es mi gato y nadie lo echará. Zenaida lo acogió y como Tomy lo bautizó.
Tenía la mirada triste del desamparo, ojos verdes y brillantes con grandes y puntiagudas orejas que evocaba al famoso ET de Steven Spielberg. Hasta llegué a creer que era extraterrestre. Percibía cada ruido. Se erguía sobre sus patas traseras y discutía con seres invisibles. Solo él sabía lo que veía. Pronto aprendió las costumbres de todos. Era el compañero inseparable de Oswaldo. Compartían su amor por la lectura. Solía llegar después de las 11 pm, al concluir mis clases. Y no se dormía mientras el César estaba ausente. Correteaba a cuanto perro o gato llegara hasta la puerta. Dicen que los gatos solo entregan su amor a una sola persona. Pero Tomy nos amaba a todos. Solía mirar la televisión con nosotros. Con salto felino atacaba a los perros que aparecían en la pantalla. Y lloró cual plañidera cuando una hermosa gata persa llegó por accidente a casa. La decisión fue difícil. Por su fidelidad y dotes artísticas optamos por él. Si algo le disgustaba reclamaba sus derechos. Sin embargo, rechazó el palacete que por pandemia se le obsequió. Lo proletario afloró, los lugares altos y una caja de cartón siempre prefirió. Su olfato tan fino percibía rápidamente la leche tibia y se autoconvocaba para beber la leche y dar cuenta del paté. Cuánta destreza felina para corretear a los ratones y juguetear con ellos. Era un placer acariciar al pequeño tigre.
Alfredo Díaz escribió: De los gatos he aprendido que por mucha prisa que lleves, siempre puedes detenerte durante un momento para rascarte detrás de la oreja.
Y es el momento que necesitamos en la UNAP para reflexionar de manera autocrítica, sobre el papel de docentes, estudiantes, administrativos y egresados, a fin de levantar las observaciones pendientes, para cumplir con los ratios y estándares de calidad en lo académico e infraestructura. Requiere del trabajo y compromiso conjunto de toda la comunidad universitaria para construir el plan estratégico de desarrollo institucional, con aplicación del modelo educativo para una gestión eficiente y eficaz que licencie a las carreras profesionales y nos fortalezca como institución referente en la Amazonía peruana. Es hora de sumar voluntades y cambiar la cultura del odio por la del trabajo y la solidaridad con estudiantes aprendiendo a ser ciudadanos del mundo, con enfoque intercultural que acorte las brechas de la exclusión de las comunidades indígenas. Con ejercicio pleno de los derechos humanos, con el combate frontal a la corrupción, fiscalizando el presupuesto y con rendición de cuentas.
Confucio solía decir a sus discípulos: No puede ser calificado de noble quien desconoce la voluntad del cielo; no puede estar asentado sobre una base firme quien ignora las leyes de las conveniencias; no puede conocer a los hombres quien no entiende de las palabras de ellos.
El gran Tomy y su amor incondicional son la evidencia palpable de que los animales dialogan y se comunican mejor que los humanos. Su fino instinto diferencia entre los seres confiables a los que adoran y los seres infames de los que se alejan. Él era la alarma encendida que nos libraba de los peligros. Un día gris, sollozante de dolor a Tomy al veterinario llevamos. Siete días después su vida se extinguió. Pero el dolor por su pérdida, JAMÁS desaparecerá. Él vivirá en nuestros corazones como nuestro Amigo Leal e Inolvidable.