Alimentación y salud
- Selva Morey
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
Alimentarse es una obligación y responsabilidad vital. Sin alimento el organismo no funciona en toda la capacidad que requiere para el cumplimiento del diario vivir. Pero alimentarse no es solo llevarse comida a la boca. Como en todo, también los alimentos pueden no ser los mejores o adecuados para contrarrestar las deficiencias orgánicas. El hecho de saciar el hambre es simple. Se come usted una hamburguesa, una pizza, una fruta, o simplemente lo controla con un vaso de agua, hasta que pueda ingerir lo que realmente será beneficioso para su salud.
Comer lo que necesitamos de hecho es la base para mantener buena salud o, en todo caso, para recuperarla. En este tiempo se ha visto una atención preferente por todo aquello que promueve la ingesta de alimentos nutritivos, desestimando a la llamada “comida chatarra” para preferir aquellos que garanticen una sólida nutrición que ayude a la recuperación de la última infección global, como una eficaz forma de contribuir a la sanidad elevando el sistema inmunológico de cada persona. Si ya desde el siglo pasado se habla de inteligencia cognitiva, cinética, emocional, ¿por qué no hablar de inteligencia nutricional?, que sería la manera acertada de usar la nutrición en beneficio de hallar felicidad y calidad de vida. Hay muchos mitos con los alimentos, se dice que todo lo light no tiene calorías; que lo integral, no engorda. La lista es larga. Pero la información está abierta. Los comestibles están etiquetados sincerando el valor proteico y los riesgos alertando su alto contenidos de grasas saturadas, azúcar, gluten, etc. Es decir, la población no tendría justificación puesto que asume por cuenta y riesgo lo que ingiere con pleno conocimiento de la información.
Tras el covid-19, las comunidades agredidas o no por el flagelo, han volteado a relievar el alimento diario que se consume y a seleccionar con mucho cuidado aquellos que los llevarían a una pronta recuperación a partir de la cuarentena reglamentaria. A partir de los sucesos mortales de los que hemos sido testigos aterrados por su letalidad, las investigaciones, que al par de ir sucediendo la pandemia, iban realizándose, daban como resultado una variedad de condicionantes para que ocurriera la infección en mayor o menor grado de mortandad. La primera de ellas: el sedentarismo que conduce a la obesidad, que no es otra cosa que comer en exceso, puede ser comida de calidad, pero si las raciones no son equilibradas a la estatura, a la actividad diaria, el resultado será el incremento de peso para el diagnóstico indeseable de obesidad, que dicho sea de paso, es la cuarta causa de muerte. La diabetes conocida como la del tipo 2 o no insulino-dependiente es una enfermedad prevenible, solo requiere voluntad de la persona para una vida activa y ejercicios, que permite vivir muchos años disminuyendo el riesgo de la pérdida de un riñón, la vista, una pierna, etc., y otros males ligados como la hipertensión, enfermedades cardiovasculares, etc.
Los nutricionistas indican que los alimentos que contengan antioxidantes y betacaroteno, favorecen a la producción de células defensivas de forma más eficiente. Los cítricos como la naranja, limón, camu camu, cocona, mandarina, estos y más cítricos son alimentos altos en vitamina C; las almendras, el maní, el macambo, son un refuerzo inmunitario y altos en vitamina E; la avena con adición de maca, quinua, kiwicha, contiene proteínas y vitamina B; el pescado, atún, altos en omega 3; el plátano, la zanahoria altos en potasio y fósforo; los frutos secos y semillas en general, altos en zinc; el arroz contiene la vitamina D. Además, los expertos recomiendan consumir por lo menos dos litros de agua al día para una correcta digestión de los nutrientes y actividad física frecuente para mantener una buena salud.
Poco a poco estamos asumiendo con más responsabilidad nuestra salud integral, aunque aún, estamos viviendo una tensa calma, exenta de la angustia generalizada, que ocurriera en los terribles meses de abril, mayo y junio. De a pocos, vamos internalizando esta situación y tiene una explicación, por ello habría que referirnos a la “inmunidad de rebaño” que ha hecho noticia mundial y ha sucedido en nuestra ciudad, procurándonos un poco de tranquilidad. La inmunidad de rebaño se refiere a que, si hay muchas personas inmunes en una población (bien por haber sufrido la infección —con o sin síntomas— o bien por haber recibido la vacuna), el virus no podrá utilizarlas como puente para llegar a otras personas. Un virus es incapaz de sobrevivir si no encuentra un huésped no inmunizado que lo albergue y desde el que pueda lanzarse a otro ser humano para también infectarlo. Un virus solo es capaz de sobrevivir dentro de la célula de un ser vivo (humano o animal), pero si este ser tiene anticuerpos contra el virus en cuestión, el microorganismo acabará desapareciendo. Existen dos posibles enfoques para alcanzar una inmunidad de rebaño o de grupo contra el covid-19: 1) una campaña de vacunación masiva, con una vacuna efectiva y segura con la que no se contó cuando la pandemia alcanzó niveles alarmantes en la ciudad; o, 2) la inmunización natural con el virus a lo largo del tiempo, que no era otra cosa que una gran parte de la población se infectara y fallecerían miles de personas, como sucedió en nuestra ciudad y está sucediendo en otras regiones del país. Sin contar con la vacuna que pudiera protegernos en inicios de la pandemia (marzo 2020), porque hasta el tratamiento fue un albur, intentos varios por encontrar un protocolo efectivo y eficiente que iniciara el freno a la enfermedad, subsiste el temor, pero que va siendo contrarrestado con el conocimiento cada vez más extendido de cómo protegerse con alimentos, hábitos de higiene y protección personal sin declinar en su práctica diaria. Sin bajar la guardia.
En resumen, comer sano, elegir alimentos naturales sin preservantes químicos, mantener hábitos de higiene, hacer ejercicios regularmente y seguir las recomendaciones de seguridad personal, tendrán el resultado deseado para seguir viviendo, sin descuidar la salud mental y espiritual. El hombre amazónico está acostumbrado a regular su salud con la medicina natural, silvestre, que conoce bien desde sus ancestros, y sus hábitos culinarios han contribuido a recuperarlo siempre de las más grandes epidemias que por temporadas han asolado a la región más grande de la patria: malaria, terciana, leishmaniasis, chikunguya, lepra, dengue, fiebre amarilla, cólera, leptospirosis y siempre la anemia asesina que mata a los más débiles. Con los cambios, ahora, se impone la conciencia y la responsabilidad, y podrá hacerse realidad aquello de: ME CUIDO PARA CUIDARTE.