La responsabilidad familiar en los tiempos de hoy

(Imagen: Las 71 mejores frases de familia y vínculos familiares (Web: Psicologia y mente))

  • Selva Morey Ríos
  • Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
  • selvamorey75@gmail.com

Los cambios que han ocurrido con la tecnología moderna han puesto en el tapete la vulnerabilidad de los compromisos de vida que los seres humanos debemos, a su tiempo, empezar a hacerlos viables para poder seguir en el crecimiento y desarrollo de nuestras capacidades y talentos.

Los cambios radicales en toda la diversidad de ocupaciones, actividades cotidianas, rutina de vida que, otrora, eran formas normales de ir asumiendo la vida y a las que los jóvenes en ciernes iban acostumbrándose como parte de su crecimiento y desarrollo, sucedían sin traumas; acostumbrados a comportamientos y buenas actitudes que desde el hogar se impartía con rigurosa disciplina. Vale decir, que la autoridad (padre y madre) estaba siempre presente cautelando la buena marcha del hogar. Con el tiempo, los cambios naturales que acompañan a las poblaciones por la influencia de medios y formas diferentes que se crean, se descubren, se investigan, se promueven en el mundo, llega a los más recónditos lugares del globo y atrapa a las poblaciones más o menos informadas. O, más bien, desinformadas. Entonces, como reguero de pólvora se cambia todo. Desde la presencia real de quien enrumba y orienta la política familiar (autoridad paterna) y de quien la cautela y supervisa diariamente (la madre). Hay que trabajar más, ganar más dinero, muchos son los atractivos para los que no alcanza un solo ingreso.

Los jóvenes, hoy, se alzan al ritmo natural de la vida, sin presencias rectoras, con carencias “fiticias”, que responden al modelo consumista de la era tecnológica que los hace dependientes sin alternativa pronta de un cambio que favorezca a su cabal y necesaria formación para la vida. Los padres, con el conocimiento de antaño del que tanto se vanagloriaban por la responsabilidad y disciplina que impartían a los miembros jóvenes de la familia, ha pasado a ser solo una forma de crianza, una opción, un estilo que ya no es más bien visto ni aún aceptado por las generaciones que contrastan ahora sus necesidades reales ante las presiones que la competitividad de este tiempo exige.

Ahora los hijos crecen solos, experimentan en soledad una serie de procesos sin poder recurrir al consejo oportuno, a la orientación. Ya la madre no lidia con el desorden, el ocio desmedido de los hijos, el desinterés académico, la preservación de la salud; factores conocidos en la rutina diaria de antaño. Ahora, la madre trata de conocer un poco a sus hijos, en los breves momentos que los acompaña. No llega a entender sus necesidades, a las que considera superfluas. Menos entiende a cabalidad la tecnología de moda, cuyo funcionamiento es pan comido para las generaciones ahora; y es lo que la hace adictiva, y los aparta de obligaciones consabidas, pero necesarias para una vida llevadera.

La “pelea diaria” sucede en casa, en la calle, en el centro de labores; con la familia, los hijos, los maestros; y sobre todo con el ambiente liberal, independizante, que grita autonomía para todo, pero que ha hecho sumamente dependientes a los hijos, quienes proclaman y exigen derechos desconociendo primero sus deberes y obligaciones; a tal punto, que los padres, con cierto reparo y mucha vergüenza, confiesan no saber cómo hacer para seguir en la tarea de conducción del hogar con las modalidades del cambio que los llevan a aceptar lo inaceptable en otras épocas.

(Imagen: La familia estable, clave para el desarrollo sostenible (Web: +1 sumando historias 12/1/2016))

Ocurre, entonces, un vértigo de acomodos que da como resultado lo que ahora vivimos, aún en la búsqueda de formas que sin asumir toda esta etapa radical de cambios nos movemos tratando de rescatar el tiempo que advertimos, con angustia, se acorta, mientras que los compromisos crecen y las familias desestructuradas intentan rearmar el rompecabezas en que se ha convertido su vida familiar. ¿La educación es la mejor forma de enfrentar esta era de gran dinámica que obnubila y mantiene en zozobra a las familias?, pero no solo se hace necesario formar a los niños y jóvenes, sino, es preciso integrar a los padres en esta empresa y empoderarlos para que se constituyan en una fortaleza real para sus hijos. Pero, ¿cómo hacer para llegar a ellos?

En la educación básica regular, existe el programa Escuela de Padres, cuyo objetivo es apoyar a los padres en su misión, tratando de lograr la simbiosis que posibilite relativo éxito en los logros académicos de sus vástagos. Sin embargo, las buenas intenciones de este magnífico programa, que sería sumamente eficiente para los objetivos trazados, no tiene ni la atención, ni la importancia que debiera. Los padres de familia, hacia los que está destinado, no asisten a las convocatorias que los centros educativos les formulan unas cuantas veces al año. No podríamos hablar tajantemente de desinterés intencional el que les mueve a esta total indiferencia con un programa cuya motivación principal es la educación de sus hijos, aunque así lo pareciera; muchos de ellos no participan ni tan siquiera para conocer el centro educativo donde su hijo, pasa muchas horas y menos para establecer un saludable relacionamiento con el o los docentes que tienen a cargo su conducción académica.

El tiempo actual y las condiciones socioeconómicas en que se mueve el país, y nuestra región, no son los mejores; hay grandes falencias en el hogar en este sentido y por ello mucho conflicto. Esto unido a la adicción tecnológica que exalta lo social de manera peligrosa, hace perder la valía e importancia de las cosas. Estos factores distractivos han copado la atención total de los jóvenes, predispuestos a la curiosidad; también lo hicieron con los padres de familia, desviando su visión comprometida con sus funciones parentales. En resumen, también los padres requieren reeducarse para deambular en estos caminos cambiantes como un apoyo para el cumplimiento de sus funciones y el entendimiento de la llegada de formas diferentes de ver la vida. La comunidad educativa constituida por el colegio, los padres de familia y los estudiantes, debe ser una trilogía de esfuerzo, un escudo protector, una barrera para lo mediocre y una fortaleza para la niñez.