La agonía del buen decir
- Selva Morey Ríos
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
Don Marco Aurelio Denegri Santagadea (1938-2018), lingüista, escritor y crítico polifacético, recientemente fallecido, en su programa “La función de la palabra”, por mucho tiempo en difusión nacional, dedicó su vida a ilustrar con su sapiente verbo y profundo conocimiento de la lengua castellana, acerca de este inigualable patrimonio nuestro, desentrañando las incógnitas, los secretos que en la expresión castiza se esconden y va siendo privilegio de ya pocos cultores de la misma.
En una de sus presentaciones por el canal del Estado, exactamente, en diciembre de 2015, autorreconociendo la importancia de su espacio televisivo para la difusión de nuestra lengua, hizo una clasificación sencilla de las sociedades en relación con el lenguaje: en una sociedad ágrafa, de oralidad primaria; una sociedad de lectura y escritura de oralidad secundaria y, una sociedad informática de visión primaria e interconexión fundamental”, en la que nos vemos en plena era digital, tratando de contrarrestar la extraversión creciente y el empobrecimiento de la vida interior de los seres humanos. Agrega que “los seres humanos son extravertidos o extraversos, están volcados hacia afuera y, la sociedad informática desfavorece la introversión, la introspección, la abstracción y favorece la extraversión, es decir, salir afuera de nosotros mismos por la cantidad de estímulos de la informática y de la era digital, la que ha generado cuatro ismos: inmediatismo, fragmentarismo, superficialismo y facilismo”. Como diría Hakim Bey (Peter Lamborn Wilson, n. Nueva York, 1945), escritor, ensayista y poeta estadounidense que se describe a sí mismo como “anarquista ontológico, del inmediatismo “Toda experiencia es mediada —por los mecanismos de la percepción sensorial, la mentalización, el lenguaje, etc.— y, ciertamente, todo el arte consiste en una mediación adicional de la experiencia”.
Las sociedades que navegan en la era digital en que estamos inmersos, no se resisten al influjo de la creatividad sin norte real, a la utopía del liderazgo virtual y han convertido al lenguaje en un poderoso aliado que solo busca llegar a la psyché colectiva hecha de jirones de sensacionalismo y empobrecida comunicación de oralidad primaria en una explosiva combinación con la sociedad informática donde la lengua va perdiendo su real y natural belleza para dar paso al fragmentarismo, superficialismo y facilismo de una burda comunicación extravertida, sin sustento, sin valores y sin futuro. Donde el mirar hacia adentro, el análisis interno, y su proceso introspectivo no existe, porque no hay tiempo, y habrá que razonar con el primer adjetivo recortado o superficial que permita digitarlo en la cabalgata desenfrenada en que se ha convertido la realidad virtual.
¿Será realmente posible conjurar esta situación? ¿Cuánto podrá aún demorar esta nube de banalidad para retomar el camino de calidad que hemos perdido? O, habrá que sumarnos a esta deplorable realidad, perdidas las esperanzas será como decir: Si no puedes contra el enemigo, únete a él.