La formación magisterial en la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP (*)

(Foto: Erick Romero)

  • GABEL DANIEL SOTIL GARCÍA
  • Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP

Considero que el avance creativo de las instituciones está en función de la mirada crítica que se dé a su interior. Es decir, que los auténticos cambios cualitativos no vienen de afuera: se generan en la interioridad institucional. Sin mirada crítica, por efectos de inercia, continuará en su misma ruta, dado que haciendo siempre lo mismo y de la misma forma, se obtienen los mismos resultados. Por lo tanto, se hace indispensable un mínimo de actitud crítica si es que pretendemos mejorar la calidad de una institución como lo es esta Facultad.

Precisamente, esta exposición tiene este carácter: ser un ejercicio crítico y propositivo, para generar un escenario de cuestionamiento para intentar elevar nuestros estándares de calidad, en búsqueda de una formación magisterial que responda a nuestras características, necesidades y aspiraciones, teniendo en cuenta que nuestra región posee características propias y diferenciales dentro de nuestro país. En este sentido, debemos precisar que el ámbito de acción de nuestra universidad comprende tres escenarios mutuamente complementarios: la actividad académica, la investigación científica y la responsabilidad social, lo que podríamos llamar el trípode de nuestra dinámica universitaria.

La teoría de responsabilidad social nos dice que la universidad debe estimular la elevación de las cualidades intelectuales de la comunidad, proponer y generar orientaciones o corrientes de opinión, debe ofrecer alternativas a la solución de los problemas sociales, ambientales, compromisos actitudinales, movilizar a la comunidad, tanto interna como externa, a la búsqueda de mejores condiciones de vida.

Es decir, la Universidad no puede ser un ente para sí mismo, enclaustrado en sus propias dimensiones. El rol de la universidad, y con ello, nuestra Facultad, no es funcionar solamente, sino funcionar movilizando a la sociedad de su entorno. Generar movimiento creativo. Esto nos lleva al primer punto de análisis: la formación de nuestros estudiantes.

Lo primero que tengo que decir es que no hemos hecho los suficientes esfuerzos para dar personalidad diferencial a la formación de quienes han optado por el MAGISTERIO en nuestra institución. Nos hemos dejado llevar por lo que la sede central dispone a partir de los fundamentos y percepciones que ella tiene, es decir: que la selva es una región de poca importancia para los destinos del país, es solo emporio de recurso naturales, sin mayor presencia humana, con sucesos sin ningún significado formativo para sus nuevas generaciones, con culturas que deben desaparecer si es que queremos lograr nuestro desarrollo regional, etc. Es decir, una visión prejuiciosa, sesgada de nuestra región.

¿Cómo se comprueba esta afirmación?: Simplemente por la poca o nula presencia de contenidos relativos a la realidad histórica y actual de nuestra Amazonía en el espectro formativo curricular de nuestros estudiantes universitarios. Es decir, hace falta un núcleo sólido y común para todos los estudiantes relacionado con lo que somos, con lo que tenemos, con nuestros problemas, con nuestras perspectivas. Nos falta REALIDAD AMAZÓNICA en la mente de nuestros estudiantes.

En lo relativo a nuestro país, el Perú no conoce su Amazonía. Para efectos educativos, el Perú es un país sin selva. Prácticamente, somos una región clandestina en nuestro país. Cuando se habla de la selva, la imagen que evocamos dista muchísimo de lo que somos. Ahora bien, esta ausencia de Amazonía entre los elementos formativos e informativos de nuestros estudiantes, tiene una grave consecuencia para la educación en nuestra región: su incapacidad para realizar la necesaria DIVERSIFICACIÓN CURRICULAR.

A este respecto, siempre hemos venido pensando que en esta tarea tenemos un rol secundario, subsidiario. Yo pienso que no es así. En este aspecto, nosotros somos los protagonistas. Es decir, es esta Facultad la que debe generar la diversificación, orientarla, estimularla, etc. Es aquí en donde se debe poner las bases para concretar la pertinencia curricular, tan necesaria para hacer de la educación el verdadero instrumento de desarrollo.

Nuestra Facultad debe generar propuestas, hasta ahora ausentes. Nos hemos adaptado a las exigencias planteadas por el Minedu, no hemos querido ser sino el furgón de cola, desperdiciando la oportunidad de encabezar todo un movimiento de renovación de la educación en nuestro país, desconociendo que SOMOS UNA REGIÓN DISTINTA, CON SUS PROPIAS CARACTERÍSTICAS, NECESIDADES Y PERSPECTIVAS DE DESARROLLO CONCORDANTES CON LAS MISMAS. Tenemos legítimo derecho a pensar autónoma y diferencialmente en nosotros, reconociendo que somos parte del Perú.

Sin embargo, no la hemos asumido en su carácter diferencial sino como una prolongación de las demás regiones de nuestro país. Siendo que aquí deben germinar las acciones conducentes a la diversificación de nuestro currículo regional. ¿En dónde hay maestros de mayor nivel? ¿Investigadores con mayor experiencia? ¿Profesionales con especial sensibilidad a los problemas que nos aquejan físico-geográficamente, socioculturalmente, político-económicamente, etc.? ¿No se supone que en nuestra Facultad?

En consecuencia, podríamos decir que esta es una deuda que tiene la Facultad con nuestra región. Siempre hemos esperado que sea el magisterio en servicio el que genere las propuestas. Pero ese magisterio, mayoritariamente egresado de la UNAP, no ha sido preparado para dicha labor en el ámbito de la acción académica. Cuando nuestro egresado se incorpora a su labor profesional, por cierto que lo hace en la única forma en que aprendió: Es decir, un desempeño aplicativo, acrítico, sumiso, obediente, irreflexivo. Comprometido solo consigo mismo. Sin entorno de referencia. En las nubes. Sin problemas que le exijan responsabilidades de acción, salvo las de “hacer mis clases”, sin preguntarse el para qué trascendente de ellas.

No le pusimos, o en todo caso, es muy poco lo que pusimos de cuestionamiento o criticidad en sus actitudes frente a su propia labor. Por lo tanto, no está capacitado para hacer una labor de crítica, de reflexión. Las condiciones que el propio Minedu va creando con su normatividad, no propicia reflexión y creatividad necesarias para hacer dicha labor de diversificación. Para el Minedu, la labor del maestro se debe restringir a dar cumplimiento a la normatividad que provee al sistema. No le interesa incentivar la creatividad, el cuestionamiento. No le interesa generar un maestro crítico sino cumplidor de las disposiciones.

Entonces, las bases cognitivas, actitudinales deben ser puestas en el proceso formativo que nosotros conducimos para que germinen en la época de servicio.

Inducir una actitud cuestionadora, crítica en nuestros alumnos. Que se preocupen no solo del hacer clase sino de pensar antes de hacer la clase.

(*) Resumen de la disertación desarrollada con motivo de celebrarse el 56° Aniversario de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades (28/12/2017).

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