El acoso y la vulnerabilidad


“No quiero sentirme valiente cuando salga a la calle, quiero sentirme libre"

(Imagen: Acoso laboral / EFE)

¡Basta ya de minutos de miedo, de humillación, de dolor, de silencio! Tenemos derecho a que todos los minutos sean de libertad, de felicidad, de amor, ¡de vida! (Campaña Ni Una Menos)

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) identifica el acoso sexual como una manifestación de la discriminación de género y como una forma específica de violencia contra las mujeres.

El acoso es la expresión de violencia más frecuente en el mundo entero. Se da en todas las comunidades y culturas. En todas las actividades sociales y económicas. En la escuela, en la universidad, en el trabajo, se hace más latente según las estadísticas. Pasa de un sutil cortejo o aparente admiración y coqueto asentimiento de alguien solitario, hasta convertirse en el asedio molesto y agresivo de una trastornada actitud varonil o femenina que no procesa la negativa de su oponente en una campal contienda de caracteres diferentes que no sincronizaron en tiempo ni espacio.

En las comunidades prehistóricas, primaba la ley del más fuerte. Del macho sobre la hembra. Del grande sobre el pequeño. Del grupo frente al individuo. Se sacrificaban a las mujeres vírgenes como ofrenda, para rendir culto a los dioses y aplacar su furia. Esas prácticas salvajes se perennizaban al erigir monolitos y menhires sangrientos que hoy glorifica la arquitectura como vestigios del desarrollo de la humanidad. Esa ley y su praxis están vigentes. La trata de personas y comercialización de la intimidad, viola todos los códigos de ética y moral.

En las familias conservadoras de oriente, el aprendizaje servil se inicia a temprana edad. Son los jefes de clanes familiares los que esclavizan la mente de las niñas y las preparan para servir con mansedumbre. Sin autonomía de pensamiento ni capacidad crítica. Predispuestas a complacer al marido, atadas a la tradición que acalla las voces de la insurgencia. Marginadas en sus derechos y sin acceso a la vida pública, salvo si eran de una casta como Indira Gandhi, ex primera ministra de la India asesinada en funciones en su tercer periodo.

En 2012, en Nueva Delhi (India), un grupo de jóvenes violó a una estudiante. En 2016, la Action Aid, organización benéfica internacional, descubrió que el 44% de las mujeres encuestadas de la India había sido manoseada en público.

América Latina tiene sociedades patriarcales en las que el varón se impuso por la fuerza bruta. Y el disfrute solo satisface al “macho” como en las especies de chimpancés africanos. Sin tomar en cuenta que la mujer lucha y produce al ser parte de la fuerza laboral y utiliza los medios de producción con la misma destreza que sus pares masculinos. Sus aptitudes son limitadas por la gran “muralla china” que impide su desarrollo en igualdad de oportunidades. Igualmente, es acosada en su centro de estudios o en el trabajo y hostigada sexualmente por su situación de vulnerabilidad.

(Imagen: djvstock)

El Perú, tradicionalmente es un escenario propenso al escarnio y la postergación de la mujer. Se suscita todo tipo de violencia, desde que nace. ¡Ah! ¡Eres chancletero! Se le dice al padre que engendró una niña. En la época preincaica, las culturas Chimú, Tiahuanaco, Chavín o Paracas, las mujeres eran ceramistas, artesanas, agricultoras e incluso conocían de la trepanación de cráneos. Pero su papel era secundario por su condición física.

En el incanato la mujer ejercía su papel de hija, madre y esposa, administraba la casa, trabajaba en la agricultura en su ayllu, también se dedicó a las artes, la espiritualidad y el uso sabio de la medicina natural. Era una sociedad clasista con algunas guerreras empoderadas que combatieron en las conquistas territoriales.

Con la invasión española el sistema patriarcal se acentúa. Trescientos años de esclavitud fue horadando su espíritu combativo, pero la pugna por la liberación forjó inquebrantable su espíritu de combate. Así Micaela Bastidas es emblema de persistencia. En la lucha emancipadora María Parado de Bellido revirtió su vulnerabilidad por fuerza inspiradora.

El Código Penal en el artículo 151-A señala: Se considera acoso, cuando una persona de forma reiterada, continua o habitual, y por cualquier medio, vigila, persigue, hostiga, asedia o busca establecer contacto o cercanía con una persona sin su consentimiento, de modo que pueda alterar el normal desarrollo de su vida cotidiana.

El acoso se alimenta de la indiferencia, del temor, del sometimiento, de la cobardía para enfrentar los hechos o la cómoda posición económica alcanzada en la sociedad. No es de buen gusto denunciar que nos hostigaron sexualmente, a los que nos desnudaron minuto a minuto con las miradas lascivas de la autoridad, el patrón, el jefe, el profesor, el instructor, el líder desde su posición de poder o el compañero de aula desde la tormentosa infancia. Luego en la primaria, rodeadas de niños abusivos que hacen de la mofa el pan nuestro de cada día. Con la cómplice complacencia de alguna despistada maestra que no tiene la práctica preventiva de la observación permanente de sus estudiantes, con la palabra oportuna que puede evitar daños mayores o trastorno de la conducta, que puede ser controlada y tratada desde las emociones y explosiones imprevistas como ponerle trampa al compañero festejado o ignorado por muchos.

La Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral (Sunafil) reportó que, en el 2021, 159 órdenes de acoso laboral habían sido registradas. El 98% de las denuncias provienen del trabajo tanto del sector público como el privado. Más de mil casos de hostigamiento sexual laboral fueron reportados en el 2022. A la fecha se ha incrementado la violencia contra la mujer. Y el Congreso de la República, como poder del Estado peruano, encubre estos delitos sin ruborizarse.

Claramente se nota que no son personas buenas. Y que el cargo les quedó muy grande. La Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades y la UNAP han asumido como política educativa campañas de prevención para combatir institucionalmente este flagelo social, denunciando a los victimarios y exigiendo su justo castigo con todo el peso de la ley.