Del patriotismo y otros valores
- Selva Morey Ríos
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
La convulsión generalizada que ocasionó el descubrimiento del deshonor de autoridades del Poder Judicial con las evidencias demostradas por los medios de comunicación, ha despertado en los ciudadanos una serie de reacciones que llevan al análisis de las carencias axiológicas en los ciudadanos, no de la actualidad sino de cuando niños, al amparo de la familia, con los valores que se impartían y debe seguir haciéndose para contrarrestar este orden de cosas que, definitivamente, no contribuye a la paz social, la fe y confianza en las autoridades que nos gobiernan.
La escala de valores nos refiere a su importancia jerárquica que desde la niñez se practica por la influencia del medio ambiente; inicialmente, familiar. Esta gran cantidad de valores, pueden ser ordenados dentro de una jerarquía que muestra su mayor o menor calidad. Rousseau, en su Contrato Social dice, “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”. El ser humano nace libre de prejuicios, de moral, no cree en Dios, ni en la ciencia, en nada que no sea la subsistencia, al acojo seguro de la familia; luego, de la escuela y sus maestros de quienes aprende los valores que permanecerán intangibles y perpetuados en su memoria, garantía de una vida digna, sirviendo de tamiz para cualquier acto bochornoso que lesione su subjetividad.
Las nuevas formas familiares de la época no son tampoco las mejores para el empoderamiento axiológico desde el hogar. Los padres, ocupados ambos, no están presentes en el hogar por las necesidades económicas que han surgido a raíz de los cambios en el mundo. La casa se ha convertido en un ancla solo para solventar las necesidades básicas y el descanso. No se prioriza la formación de los niños y jóvenes, quienes aprenden fuera de ella aconsejados por sus pares, por los familiares o conocidos con igual calidad cognitiva que, rápidamente deviene en la empatía tecnológica que los une o en el desvío peligroso hacia situaciones non santas.
Pero, existe la escuela, los maestros, su visión prospectiva, su proyección humanística, su interés por el bienestar de sus pupilos que se adelanta a crear en ellos con profunda misión personal, los valores permanentes que nunca pasan de moda: respeto, consideración, trabajo, perseverancia en el esfuerzo, honestidad, sensibilidad, humildad, prudencia, responsabilidad, patriotismo.
Qué importante es la pertenencia a un país, una región, un lugar por el que seríamos capaces de la inmolación, como lo hicieron nuestros héroes. La identificación personal es sumamente formativa, impele a la calidad de las acciones positivas porque es su sello de identidad, su carta de presentación. El orgullo de la pertenencia es jerárquicamente de un valor incalculable y es fácil inculcarlo desde todos los espacios que permite la instrucción y la formación de los niños y jóvenes. Por ejemplo, la escuela antigua considerada tradicional, mantenía dentro del aliciente formativo algunas formas colectivas de incentivo patriótico, por citar una forma de gran arraigo a través del tiempo. No solo cantar el himno nacional del Perú en la formación de la rutina semanal de clases, sino algunos otros himnos con igual resultado de enaltecimiento y pundonor; como el himno de las Américas y el mismo himno del CNI (Colegio Nacional Iquitos), verdaderas joyas compositivas que ya no se escuchan. Para quienes los recordamos podemos asegurar que su sola entonación masiva, vigorosa y vibrante, producía un gran impacto emocional. La letra de cada uno de ellos trasunta empatía, heroísmo, libertad y pundonor. Quizás no sea suficiente para garantizar la valoración que se requiere para la vida, pero ya es un incentivo que, unido a otros valores que recojan de la sociedad, podrán columbrar con éxito la tarea de su formación como seres íntegros, seguros e incorruptibles.