La Amazonía y yo
En la actualidad, el tema Amazonía se ha trasformado en parte fundamental de mi ser...
- GABEL DANIEL SOTIL GARCÍA
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
En el desempeño de mi carrera profesional, el tema de la Amazonía llegó un poco tardíamente.
Es decir, supe, durante mi proceso de formación como profesor, que en nuestro país había tres regiones naturales y nada más. Un dato, una información fría, inocua, sin mayor repercusión para mis futuros compromisos socioprofesionales de mayor trascendencia. Se me informó en el desarrollo de alguna asignatura y allí quedó como tal. Me acuerdo de mi profesor Augusto Benavides Estrada hablarme muy lejana y fríamente de la Selva. Pero claro, estábamos en Ica, un lugar tan distinto en esencia: seco, desértico, pletórico de dunas, con llegadas estacionales de aguas nuevas. Inimaginable, entonces, la realidad de la Amazonía.
Ya en la Universidad, don Víctor Manuel Dávila se encargaría de acercarme algo más a la Amazonía. Hasta que decidí adentrarme en ese enigma, tan lejano, tan sombrío para tratar de entenderlo, aunque sea por curiosidad. Fue con esa perspectiva, asumida desde mi mismo proceso de formación, como infelizmente es la que recibe la gran mayoría de maestros que egresan de los centros de formación magisterial en nuestro país, que abordé el desempeño de los primeros años de mi ejercicio profesional. Como lo es, también, el de muchísimos profesionales. Es decir, un desempeño aplicativo, acrítico, sumiso, obediente, irreflexivo. Comprometido solo conmigo mismo. Sin entorno de referencia. En las nubes. Sin problemas que me exigieran responsabilidades de acción, salvo las de “hacer mis clases”, sin preguntarme el para qué trascendente de ellas.
Un primer toque de alarma, que me sacó de mi letargo paradisiaco, lo viví en la época de la denominada Reforma Educativa del gobierno militar de la década de los setenta, en la que participé activamente. Es que esta reforma, vilipendiada por unos y alabada por muchos más, partió de un encuentro con nuestra realidad nacional, y, a partir de ella, construyó una propuesta educacional que implicaba la ruptura de muchos paradigmas, sólidamente establecidos en nuestras mentes, cuyas implicancias afectaban los intereses de quienes nunca han querido ni quieren perder privilegios. He allí el porqué somos impedidos de conocer nuestra realidad, aún hasta hoy.
Sin embargo, no afrontó con el énfasis que debió darle, el asunto de nuestra diversidad cultural y sus implicancias en el campo de la educación. En todo caso, no hubo el tiempo necesario para producir los cambios. Pero, sembró la semilla. Pasado ese periodo de efervescencia ideológica y política, volvimos a los cauces anteriores y retomamos, todos los maestros, nuestros antiguos paradigmas, forzados por una clase gobernante que no quiere perder el control del poder nacional.
Al verme en las circunstancias de tener que asumir funciones en el nivel de enseñanza superior, en el área de formación magisterial, fue cuando nuevamente sufro una nueva conmoción, proveniente de la toma de conciencia de que nuestra región (ya la sentía como mía), sus culturas, sus idiomas, su riqueza geográfica, todo había entrado a un estado de efervescencia depredatoria; entonces me di cuenta que no me bastaba ser espectador privilegiado de todo ello.
Fue transformándose en algo mucho más trascendente: algo respecto a lo cual debía yo tomar posición. Es decir, dejé mi indiferencia y asumí, para mis fueros internos, una posición militante en cuanto a mostrar dicho proceso del que, poca gente se daba cuenta: estábamos destruyendo nuestra AMAZONÍA y era necesario decirlo. Es así como opto por escribir para compartir, en especial con el magisterio, mis preocupaciones, mis agobios.
Por cierto que no fue un autodescubrimiento. Fue la confluencia feliz de diversos factores los que me posibilitaron esta toma de conciencia: constataciones en la realidad, lecturas científico-sociales, participación en el desarrollo de conferencias, amistad con antropólogos, lingüistas, sociólogos, pedagogos, etc. Y empecé a reflexionar sobre la diversidad cultural. Se convirtió, así, en un tema de gran preocupación en mi vida profesional.
Mi actitud neutra, insípida, distante fue transformándose en mi interioridad psicológica y adquirió color, sabor, cercanía, calor. Terminé por involucrarme cognoscitiva y actitudinalmente en el tema de la realidad amazónica. Empecé a verla como un problema que requería mi involucramiento y el de toda la sociedad. Tomé conciencia de que la expresión “diversidad cultural” no era un mero concepto, sino que hacía referencia a personas y pueblos de carne y hueso. Con todos los atributos humanos. Pueblos y personas injustamente marginados, postergados, “minorizados” por el poder y los prejuicios. Poder y prejuicios contra los que debemos asumir una forma de lucha.
Tomé conciencia también que hablar de ríos y cochas en la selva no era hablar de cualquier cosa, sino de la esencia misma de nuestra región: su ser en sí, pues allí radicaba la diversidad biológica única que poseemos: árboles, peces, aves, etc.
Entonces, se me hizo perentoria la búsqueda de una educación correlativa, pertinente. Se transformó en una obsesión hasta sentir la necesidad de participar en su afronte pasando a la acción, es decir, a desarrollar y concretar ideas en la realidad. Asumí, pues, un compromiso desde mi condición de profesor.
En la actualidad, el tema Amazonía se ha trasformado en parte fundamental de mi ser. He ligado mi existencia a su realidad y decidido a luchar por ella desde mis atalayas pedagógicas.
¿Cuánto habré avanzado?...