Nuestro medio ambiente en la historia amazónica
5 de junio: Día Mundial del Medio Ambiente
- GABEL DANIEL SOTIL GARCÍA
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
Como bien sabemos, el 5 de junio de cada año se celebra el DÍA MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE, de acuerdo a lo estatuido por las Naciones Unidas, “Con el objetivo de motivar a las personas para que se conviertan en agentes activos del desarrollo sustentable y equitativo; promover el papel fundamental de las comunidades en el cambio de actitud hacia temas ambientales, y fomentar la cooperación para que el medio ambiente sea sostenible,… y para sensibilizar a la opinión pública respecto de la necesidad de preservar y mejorar el medio ambiente”. (ONU, pág. oficial).
Con el fin de contribuir con la celebración de esta efeméride mundial, queremos hacer un aporte reflexivo en lo que concierne al nuestro AMBIENTE AMAZÓNICO, respecto al cual hacemos un abordaje referido a las relaciones que históricamente hemos establecido, quienes vivimos en esta región, con nuestro ambiente forestal.
Este que denominamos enfoque histórico y crítico de dichas relaciones, centra su atención en las consecuencias reales de esta relación a través del tiempo, y nos provee de criterios para reorientarla a partir, fundamentalmente, de una nueva acción educativa: la educación forestal.
Periodos de nuestra historia
En la historia amazónica, hasta hoy configurada, distinguimos dos grandes periodos, cuyas características expresan las diferencias culturales de quienes asumieron el protagonismo histórico, a partir de la apropiación de los mecanismos del poder político, en cada uno de ellos.
Al primero, lo denominamos periodo de los desarrollos autónomos, y se extiende desde la más remota antigüedad hasta 1542, año en que se produce la invasión cultural europea.
Al segundo, lo llamamos de desarrollo dependiente, cubriendo el lapso desde 1542 hasta la actualidad, habiéndose producido en su interior dos fases: la del dominio colonial (1542-1821) y fase del dominio mestizo o criollo (1821-actualidad).
Ahora bien, haciendo un análisis de las características de las relaciones establecidas entre los pueblos y su entorno ambiental, encontramos que en nuestra región las relaciones con el bosque han evolucionado en concordancia con dicho proceso histórico.
Veamos su caracterización en síntesis:
La fase de relaciones armónicas se extiende hasta el 1542, año en que concluye abruptamente el desarrollo autónomo de los diversos pueblos generados por la dinámica de las relaciones con el entorno ambiental y se inicia el proceso de invasión cultural a nuestra región, con el llamado descubrimiento del Paranaguasú (“Gran Río” en idiomas kukama y omagua, ambos de origen tupí guaraní), hoy conocido como Amazonas. Este hito cronológico marca el término de una época caracterizada por la vigencia plena de la visión de los pueblos indígenas en cuanto a sus relaciones con el entorno ambiental. En el marco de esta visión, construida a partir de una experiencia milenaria de relaciones de los pueblos con el bosque, este fue percibido como una entidad objeto de respeto y reverencia, con un carácter sagrado. Para los pueblos indígenas el bosque tuvo la categoría de un valor, por lo tanto, no fue agredido significativamente, pues para un indígena el bosque era la fuente de la satisfacción de sus necesidades, tanto materiales como espirituales, de donde provenían los recursos para su vida cotidiana. La proverbial diversidad de recursos dio origen a muy diversas culturas, que lograron su peculiaridad a pesar de tener todas ellas una procedencia forestal.
A partir de 1542 se inicia la configuración de una nueva fase en las relaciones pueblo-ambiente, al hacerse presente, en todo el escenario selvático, un nuevo tipo de persona, moldeada en el marco de un entorno cultural diametralmente opuesto al de los integrantes de los pueblos originarios. Fueron personas portadoras de una visión muy distinta del bosque, el que pasó a ser considerado una mera mercancía, disponible para su explotación, en su diversidad de recursos, hasta su agotamiento.
Como hoy lo podemos constatar, en el lapso de casi quinientos años, este periodo se ha caracterizado por una fiebre explotadora, de destrucción inmisericorde, de depredación incontenible. Es decir, este bosque ha sido y sigue siendo objeto de constantes agresiones. Es esta actitud antiforestal la característica de este lapso, en que hemos aprendido y enseñado a agredir de mil formas a nuestro bosque. Algunas de estas agresiones son las siguientes: deforestación, contaminación atmosférica, acústica y acuática, sobreexplotación de especies florísticas y faunísticas, erosión del suelo, etc. El “boom” o auge extractivo del caucho, maderas, resinas, petróleo, oro, pieles, frutos, etc., en cada momento de nuestra historia regional, no ha significado sino mayor destrucción de nuestro BOSQUE. Todo ello contando con la complicidad de una educación diseñada para justificar estas agresiones, formándonos ignorantes e indiferentes ante este avance depredatorio.
Muchos de los problemas que hoy confronta nuestra sociedad regional tienen su origen en nuestro pasado. Pero, no solo tienen que ver con el tiempo sino con condiciones culturales plenamente precisables en nuestra historia regional. Es el caso de los problemas ambientales que hoy padecemos y que nos urge solucionar, pues su constante agravamiento significa una amenaza, cada vez más perentoria, para nuestra supervivencia.
Felizmente, los movimientos ecologistas e indigenistas, tanto a nivel mundial como nacional y regional, las investigaciones y la acción difusora de instituciones y personas comprometidas y sensibles a estos problemas, así como las constataciones históricas que venimos haciendo en cuanto a las consecuencias sociales, culturales, económicas y ecológicas de dicho avance depredatorio, han venido generando una gradual toma de conciencia de la gravedad del mismo, tanto para nuestra propia región como para el planeta TIERRA, haciendo que sintamos la necesidad de educarnos para establecer mejores relaciones con nuestro entorno ambiental y asumir superiores comportamientos, tanto individuales como sociales.