La UNAP mirando su futuro (*)

Celebrando nuestros 53 años de inicio de las actividades académicas.

  • GABEL DANIEL SOTIL GARCÍA
  • Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
  • gabelsotil@gmail.com

Siendo hijas de su tiempo, esta condición no impide a las instituciones asumir una actitud reflexiva y cuestionadora de ese tiempo ni tampoco les impide adentrarse previsoramente en su propio futuro y el de su entorno, es decir, juzgar su actuación en función de los criterios predominantes en su época y, a partir de ello, replantearse cambios en su orientación, su organización y su operatividad, si así lo consideran pertinente.

Cuando la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP) surgió a la vida institucional, eran otros tiempos, no solo en el sentido del avance cronológico sino, y fundamentalmente, en el de la atmósfera conceptual que posibilitó su concepción y que abasteció de los criterios iniciales para definir su funcionamiento, organización y orientación.

Por ley sociocultural, esos tiempos han cambiado. Nuevas ideas han hecho su irrupción en la sociedad que, por cierto, condicionan no solo la percepción de nuestra universidad y su realidad, sino nuestra actuación frente a ellas, en su actualidad y respecto de su futuro.

Habiendo superado la época auroral, nos queda la obligación moral de juzgar nuestro recorrido por parte de quienes somos hoy miembros de su ser institucional para contribuir con el esclarecimiento de su significado social, que no por ser un hecho definitivo y contundente, como el que tiene nuestra universidad, debe escaparse de la crítica aportante, reflexiva, cuestionadora, como requisito indispensable para evaluarlo y redefinirlo, en consonancia con la nueva atmósfera doctrinal, vigente por efectos de nuevas corrientes externas e internas, nuevas constataciones intrarregionales y nuevas necesidades intrainstitucionales.

Una mirada crítica nos permite distinguir dos posibles campos hacia dónde dirigir nuestro análisis: su proceso interno y la atmósfera conceptual en la que se desenvolvió.

Desde el punto de vista interno, la UNAP puede exhibir con orgullo su enorme crecimiento cuantitativo en cuanto a servicios que brinda, las Facultades con las que funciona, la cantidad de alumnos a los que atiende, la cantidad y calidad de profesores y personal administrativo que en ella laboran. Igualmente, la UNAP puede enorgullecerse de que hoy día sea un referente intelectual e investigativo de la sociedad loretana, que empieza a verla con mayor confianza en su actuar, pues ha sido capaz de llevar sus servicios formativos y profesionales a todo el departamento de Loreto, su ámbito de acción preferencial, con su presencia a través de Facultades o servicios descentralizados en casi todas sus provincias, con lo cual, estamos seguros, se ha convertido en la primera universidad en descentralización de sus propios servicios. A ello se debe agregar la significativa ampliación de su infraestructura, que se concreta en nuevos ambientes para las diversas actividades que requiere su funcionamiento institucional, en especial, la atención de los requerimientos de postgrado de los profesionales que desean continuar su proceso de mejoramiento cualitativo. Por cierto que no escapa a este proceso un mejor equipamiento material, con lo cual incrementa su eficiencia y eficacia en la atención a las necesidades internas y comunales. También se incluye en este rubro de logros, la diversificación de sus servicios de formación profesional, pues nuevas carreras se ofrecen hoy a la juventud, que tiene en ella un referente de mayor confianza formativa y de respuesta a las necesidades de la colectividad loretana.

Es así como la UNAP viene adquiriendo una mayor y mejor imagen ante la comunidad amazónica que, por cierto, repercute en una presencia positiva en los niveles nacional e internacional; en donde se la cataloga ya como una institución contributiva al quehacer intelectual e investigativo, superando las épocas de anonimato funcional.

En resumen, podemos decir que nuestra universidad, en este medio siglo, ha cubierto positivamente este trecho de su existencia institucional, poniendo las bases para continuar su desarrollo en función a demandas de su entorno; todo lo cual es mérito del esfuerzo sucesivo, aunque no siempre compartido igualitariamente, de quienes estuvieron con responsabilidad directiva y les tocó tomar las decisiones oportunas y adecuadas para estos logros, juveniles digámoslo, de nuestra universidad.

En cuanto a la atmósfera conceptual, debemos tener en cuenta que hace cinco décadas las ideas prevalentes en nuestra sociedad expresaban una visión muy distinta de la que hoy está vigente. Fueron ellas las que sirvieron de referentes en el momento de diseñar a nuestra universidad. Como podemos constatar en su ley de creación, Ley 13498, nuestra región era vista con los tradicionales prejuicios que cruzaban todo el espectro de nuestra sociedad nacional: “integrar a las tribus indígenas”, “acelerar el proceso migratorio de los habitantes de la Costa y Sierra hacia la Selva”, “preparar el establecimiento de colonos de otros países”. Estas expresiones, que traducen los supuestos ideológicos y científicos que dieron fundamento a su nacimiento y que explicarían serias omisiones en la creación de algunas áreas de formación profesional tan necesarias hoy para nuestra región, traducen toda una percepción, felizmente hoy ya superada.

La actitud integradora ha sido ya dejada de lado por una actitud liberacionista respecto de los pueblos indígenas, los mismos que ya dejaron de ser calificados de “tribus” y de frenos para nuestro desarrollo, que fueron los calificativos traductores del racismo tradicionalmente vigente frente a ellos, fundamentado en la concepción de la inferioridad de las culturas nativas.

La promoción del proceso migratorio hacia nuestra región tuvo su fundamento en la falsa percepción del “vacío demográfico” de nuestra región, al igual que la promoción de las colonizaciones con personas migrantes extrarregionales, política estatal vigente desde los albores coloniales en nuestra región y país.

En resumen, podemos decir que nuestra universidad, en estos cincuenta años, ha cubierto positivamente este trecho de su existencia institucional, poniendo las bases para continuar su desarrollo en función de demandas de su diverso entorno; todo lo cual es mérito del esfuerzo sucesivo de quienes supieron tomar las decisiones oportunas y adecuadas para estos logros, a quienes expresamos nuestro reconocimiento, pues con ello nos dejaron la plataforma sobre la cual estamos construyendo nuestro aporte de gestión.

Gestión que la desarrollamos teniendo como aspiración el reforzamiento de sus funciones de servicio a la sociedad, realizando acciones encaminadas a una mejor comprensión de la realidad regional, a la erradicación de la pobreza, a superar el deterioro del medio ambiente, el rescate de los conocimientos tradicionales, el combate a la pobreza en todas sus manifestaciones como el analfabetismo, al hambre, la desocupación, etc. mediante planteamientos interdisciplinarios y transdisciplinarios, que nos posibiliten involucrarnos en la dinámica social.

Todo lo cual es complementado con acciones de investigación en los ámbitos de la ciencia, el arte y las humanidades, reconociendo que una función esencial nuestra es fomentar la innovación en los programas de formación profesional, fundamentando las orientaciones a largo plazo en los objetivos y necesidades sociales y culturales de nuestro entorno.

Por cierto que todo este proceso implica un gran esfuerzo creativo para modernizar a nuestra universidad en concordancia con los criterios de contextualización institucional a la que aspiramos, que son los que garantizarán su pertinencia, base para juzgar su calidad.

Es decir, a futuro pretendemos una universidad actuante en el proceso de cambios que viene operándose en nuestra interioridad regional; cambios que deben merecer una respuesta de nuestra universidad, desarrollando un proceso formativo de los nuevos profesionales con aptitudes y actitudes para crear y producir, con lo cual lograremos la más absoluta significatividad social ya planteada, que es la base para el logro de nuestra acreditación institucional, tanto la de carácter burocrático formal como la de carácter social, a las que aspiramos realistamente, en concordancia con las exigencias de tal condición.

Prefiguramos, pues, un futuro promisorio social, académico e investigativo para nuestra universidad, sobre la base de la plena participación creativa, aportante, comprometida de todos sus miembros, más allá de divisionismos internos que solo obstruyen nuestros logros históricos.

(*) La UNAP: 50 años en la historia de Loreto.