Cómo el dinero dirige al mundo
Existen 1600 milmillonarios en activos en el mundo. Quinientos están en los Estados Unidos. En términos relativos un tercio en Norteamérica, Asia está creciendo y en China aumentan los ultrarricos...
- Selva Morey Ríos
- Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
No es una receta ni mucho menos un descubrimiento. Lo que ocurre es que los que menos tenemos estamos siempre a merced de la conducción de nuestros destinos por gente muy adinerada con sus propios objetivos y exigencias.
Un best seller en los Estados Unidos “Billionaires: Reflections on the Upper Crust”, multimillonarios del mundo, pone en descubierto las verdaderas intenciones de los muy poderosos a partir de su gran fortuna. Su autor, Darrell West, que fue profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Brown (Providence, Estados Unidos), hoy es vicepresidente y director del Centro para la Tecnología e Innovación en Brookings, uno de los más prestigiosos centros de pensamiento con base en Washington; ha realizado una investigación sobre los multimillonarios y cómo estos magnates influyen en la sociedad local y global. Indica West que son personas con características muy peculiares, no aceptan el status quo establecido en las sociedades, más bien son generadores de nuevas ideas sobre las que construyeron su gran fortuna; influencian en la política, economía y la sociedad en su conjunto; muy interesados en la política tributaria; sus esfuerzos están en lograr, a partir de los gobiernos del mundo, rebajar los impuestos. Los hay de diversas tendencias, de izquierda, de derecha con sus intereses particulares, pero todos convergen en el interés de pagar menos impuestos. Siempre se ha sabido que hay personas altruistas en este grupo humano privilegiado de la fortuna que otorgan filantrópicamente grandes sumas de dinero para obras de bien social; de hecho conocemos sus identidades y el desprendimiento que hacen de parte de las grandes ganancias de sus prósperos negocios: Warren Bates, Bill Gates, Serge Brin, Travis Kalanick, Jeff Bezos entre otros. Sus donaciones se reflejan en modernos edificios implementados para procurar el bienestar social: hospitales equipados con tecnología última para contrarrestar enfermedades o dificultades vitales en los seres humanos; permanente búsqueda en laboratorios para la curación de enfermedades prevalentes y terminales, etc., pero también incursionan en la política y algunos de ellos han tenido éxito, encumbrándose como gobernantes de su país. No obstante, estas importantes donaciones han pasado a ser “filantropía de impacto”, es decir, que condicionan a sus donaciones por prebendas sociopolíticas y económicas, considerando a las donaciones como anzuelos para lograr sus objetivos en los gobiernos del mundo.
Existen 1600 milmillonarios en activos en el mundo. Quinientos están en los Estados Unidos. En términos relativos un tercio en Norteamérica, Asia está creciendo y en China aumentan los ultrarricos; en Europa son menos; los empresarios en tecnología están representados en Norteamérica y Asia.
El economista francés Tomás Piketty, capitalista del siglo XXI considera que existe una gran desigualdad en el orbe y sostiene que es necesario subir impuestos a los más ricos hasta en 85%; afirma contundentemente que no quiere donaciones de los millonarios, “quiero impuestos porque estos mejoran la calidad de vida de la población a partir de los gobiernos”.
En nuestra realidad nacional, donde los ultrarricos no son de tal magnitud, también es una amenaza la que se cierne en los gobiernos nacional y regional. Tampoco podríamos hablar de fortunas con partida de nacimiento legal, pero sí, del movimiento de ingentes cantidades de dinero provenientes de actividades ilícitas que convierten a los gobernantes de turno en piezas de ajedrez para la consecución de soterrados intereses que lindan con la delincuencia y el crimen organizado, que, por otra parte ya estamos viviendo desde hace un buen tiempo.
Hay que colegir, entonces, que a todos alcanza esta lacra político-social que se apodera de la vida de las comunidades del mundo sin poder ponerle alto. Desde el mismo momento en que se valora al dinero antes que a las cualidades imprescindibles para buenos gobernantes con calidad humana; preocupados por las carencias, deficiencias que padecen las mayorías; y por el contrario, se compra conciencias abusivamente por la necesidad material de los que nada tienen; que estamos a merced de todo lo malsano que podamos imaginar, tenemos que concluir que cada proceso electoral pone en riesgo a los habitantes de un lugar. ¿Qué hacer? Pareciera que no hay forma de contrarrestar este gran dilema. ¿Cómo saber qué piensan realmente nuestros postulantes a dirigirnos, a gobernar?, ¿de dónde provienen los fondos que utilizan?, ¿cómo se puede confiar en que no volveremos a caer en el mismo desencanto de otros y el último gobierno?, ¿a quién debe otorgar el pueblo la sagrada misión de gobernarlos? Porque al paso que vamos corremos la misma suerte de Venezuela, México, Argentina, Colombia.