Para crear una educación con compromiso socioforestal

De nosotros, los maestros, depende que logremos una educación con un sólido compromiso socioforestal. Un compromiso con nuestras sociedades...

  • GABEL DANIEL SOTIL GARCÍA
  • Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP

Educar es formar la personalidad del educando, predisponiéndolo para mejores niveles de vida. Implícito en ello está el inducir, con la mayor solidez posible, una amplia visión de la vida, las responsabilidades frente a ella, una infinita gama de posibilidades de realización personal y un inagotable deseo de búsqueda de respuestas respecto a las obligaciones que nos da el vivir en sociedad. Esto hasta hoy.

En la plenitud de su significado, la EDUCACIÓN no puede ser sino eso: un mecanismo que la sociedad pone en acción para preservarse a sí misma en un indetenible camino de mejoramiento de su ser y actuar en un tiempo determinado a través de la actuación de cada uno de sus miembros, hombres y mujeres, conformantes de la especie Homo sapiens. Pero, para que ello sea así, se requiere de una clara visión de lo que queremos ser socialmente, que es lo único que nos garantiza la direccionalidad formativa de los educandos.

Es decir, sin una nitidez de percepción del futuro deseado, de la intencionalidad formativa de los educandos, pierde el norte orientador, el derrotero a seguir en el estímulo de las capacidades de los alumnos: cognitivas, afectivas, volitivas, operativas, para construir su ser individual y social.

En el caso de nuestra Amazonía, las carencias en este aspecto, se nos hacen cada vez más evidentes, pues en el momento en que los maestros queremos decidir la orientación a imprimir en la formación de nuestros educandos, nos encontramos con que no tenemos un referente axiológico explícito, un universo de actitudes, un cuerpo de conocimientos básico, un conjunto de capacidades de los que debemos dotarlos estimulando su despliegue desde sus más profundas intimidades psicológicas.

No haber trabajado en ello, ni autoridades ni magisterio regionales, nos imposibilita el desarrollar acciones formativas que partan desde nuestra realidad para cimentar y consolidar una firme, sólida personalidad como punto de partida para el despliegue armonioso y promisorio en cada uno de nuestros educandos en su futuro como ciudadanos en su contacto con el mundo. De aquí que tengamos que recurrir exclusivamente a los documentos nacionales elaborados por el Ministerio de Educación, en los cuales se encuentran muy pocos elementos pertinentes a nuestra realidad, tanto histórica como actual. Si bien con ello nos insertamos en el ser y dinámica nacionales, obviamos las necesarias ligazones que se deben desarrollar en la personalidad de los educandos con su realidad circundante: compromisos existenciales que deben ser desarrollados desde la intimidad del trabajo en el aula por cada uno de los docentes que integramos el magisterio regional.

Sin raigambre regional, los alumnos no vivenciarán los retos que les plantea la grave problemática de depredación, destrucción, a que hoy está sometida nuestra Amazonía. No vivenciarán la riqueza de logros de las culturas indígenas y mestizas de nuestra región. No vivenciarán a plenitud las prodigiosas oportunidades que nos ofrece un escenario excepcionalmente rico para la realización de cada uno de nosotros. No vivenciarán el futuro portentoso que hoy se incuba en cada multicolor amanecer, en cuyas entrañas se encuentran cifradas las claves para nuestro desarrollo social y ambiental. No valorarán, en suma, el hecho de hacer su vida en esta región pródiga en potencialidades, que solo esperan nuestra acción para transformarse en riqueza social, que debemos aprender a compartir para superar las injusticias que hoy nos laceran tanto a indígenas como mestizos.

Carentes de compromiso, distantes, indiferentes, verán salir por nuestros ríos y quebradas las balsas de trozas de madera, las barcazas de extracción de oro contaminándolos, las chatas pletóricas de trozas bajando por nuestros ríos con rumbo al exterior, el arrebato de los territorios indígenas y la destrucción de sus culturas, etc. sin ningún dolor, sin remordimientos, sin conciencia de que ellos tienen un rol que cumplir en el cambio de dicha situación. Como si fueran espectadores privilegiados de ver el lento discurrir de las aguas de la destrucción de nuestra esencia regional.

Es por todo ello que se requiere hacer el esfuerzo colectivo para dotar a la actual educación de un alma forestal, de un significado profundo de Amazonía en cada uno de los pasos que realicemos quienes integramos el magisterio regional en el proceso educativo, que tenemos el privilegio de conducir en la sociedad.

De nosotros, los maestros, depende que logremos una educación con un sólido compromiso socioforestal. Un compromiso con nuestras sociedades. Un compromiso con nuestra forestalidad: nuestro bosque, nuestro ambiente y toda su riqueza.

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