Inclusión… ¿Solo una palabra?

Es necesario que se haga algo, desde los niveles de decisión prioritariamente, los centros educativos después, la sociedad en su conjunto y sobre todo la familia...

  • Selva Morey Ríos
  • Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP
  • selvamorey@hotmail.com

Cada año lectivo, los centros educativos acogen a un buen número de estudiantes principiantes, ingresan a un primer o segundo grado de educación primaria llevando consigo ya una experiencia de trabajo académico, sino muy exigente como es el caso de los jardines de infancia o nidos, pero sí con una serie de vivencias que los fue acostumbrando a disciplinas para lo que después constituirá el participar en su aula de estudios de la misma rutina.

Es aquí donde el maestro de aula irá conociendo a sus nuevos pupilos y descubriendo algunas deficiencias que van a ocasionar retrasos en el aprendizaje de la programación curricular. Algunos estudiantes, felizmente muy pocos, van a manifestar en el desarrollo diario de las clases, desde la lentitud, la falta de comprensión de mensajes, deficiencias gráficas, ortográficas, orales; de cálculo matemático; algunos se manifestarán con un grado de hiperactividad y falta de atención; y aún otros con graves manifestaciones de inconducta.

Todos estos aspectos y otros más, conocidos comúnmente como dificultades de aprendizaje, se debe a múltiples factores condicionantes que van desde traumas al nacer, enfermedades trasmisibles genéticamente, accidentes cerebrovasculares; en casos graves. También por factores externos que no propician una vida libre de traumas a los niños: la intraviolencia familiar, el descuido parental, la desorganización vital, etc.

Este panorama desalentador de los alumnos es acogido en el colegio y compete a los encargados de la educación tratar de paliar en algo, con el apoyo familiar y los especialistas… si los hay, la serie de deficiencias que traen los niños. Por esta razón, y luego de hacer una detección de los casos-problema en las aulas de los primeros grados, se identifica y procede a formular un plan de acciones correctivas, de acuerdo con manifestaciones individuales, que deben derivar en la recuperación mediante el apoyo decidido de la comunidad educativa y los actores de la educación.

¿Pero qué ocurre cuando el responsable del aula no tiene idea de cómo hacer para integrar a estos niños que ocasionan un bache en su dedicada labor porque no hay un especialista que los instruya cuando descubre que uno, dos o más niños manifiestan desinterés por las tareas académicas más simples, que prefieren jugar y correr sin observar la disciplina, que salen del aula en cualquier momento, mortificando su estado de ánimo porque debe dejar la tarea del día de los más para tratar de controlar a los menos; y si esta situación se repite todo el tiempo en la rutina de clases que no le permite ni orden, ni sosiego para proseguir con su deber ocasionándole serios disgustos con la administración educativa y los padres de familia?, porque tampoco estos últimos saben qué hacer.

Algunos docentes, siguiendo las directivas de su formación magisterial y la lógica simple, harán una tarea especial para los niños-problema; para entretenerlos y tenerlos un momento quietos y, si se puede, receptivos a trabajar en aula. Aunque se sabe que en poco tiempo volverán a sus “propios intereses”, lo que equivale a decir, a su inconducta estudiantil que generará un ambiente desintegrador de la disciplina y del respeto en el aula, pues estarán promoviendo el desorden y retraso en la tarea del día. Y así pasarán los días si no hay una solución que acometa este serio problema que ya no pertenece solo al colegio sino a padres de familia y a la institución en su conjunto.

Y es que estos niños necesitan una atención especializada que permita su inclusión en los grupos etáreos que correspondan y puedan acceder a un nivel igualitario de trato tanto en la escuela, en la casa, como en cualquier otra actividad social. La idea es que se integren a la vida como seres humanos provistos de habilidades diferentes, formas y modos no convencionales, pero que son esencia y sello de su individualidad. Muchas personalidades que han destacado en el mundo tienen una historia común y, sin embargo, han hecho aportes importantes a la ciencia y la tecnología: Albert Einstein, Winston Churchill, Thomas Alva Edison, Henry Ford, entre otros.

¿Cómo hacer que la inclusión no sea solo una palabra y se constituya en acción factible para erradicar este drama que afecta a la sociedad?

Los centros educativos tienen una gran responsabilidad y pueden ser los líderes de esta cruzada que significa incluir de manera justa, equitativa, humana, a los niños que presentan deficiencias o dificultades de aprendizaje. Es preciso que formulen a la instancia educativa regional, a manera de urgente petición, el personal especializado que guíe a los docentes de aula en los temas que precisen para las tareas de abordaje tendientes a la recuperación y apoyo educativo, principalmente.

Si bien, no podemos dejar de reconocer la titánica labor que cumple el maestro de aula, su vocación está fuera de cualquier juicio o especulación, tener 25, 30 o más niños por atender y luego, algunos más con dificultades de aprendizaje a quienes deben dedicarse especialmente para que se cumpla aquello de la “inclusión educativa” y se haga realidad la equidad; también es preciso actuar con justicia con la remuneración equivalente a su esfuerzo, dedicación y profesionalismo.

Es necesario que se haga algo, desde los niveles de decisión prioritariamente, los centros educativos después, la sociedad en su conjunto y sobre todo la familia nuclear que debe participar de la mano con la institución educativa a través de su escuela de padres.

Los centros especializados están copados en la atención de personas especiales y estos van en aumento por el signo de estos tiempos, y aún aumentarán en adelante; por ello, la inclusión es determinante, pero con mejoras sustanciales para los actores del remedio que necesita nuestra niñez desfavorecida inicialmente por la dificultad para aprender dentro de los lineamientos conocidos y de manejo común en los centros educativos.

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