A propósito del descubrimiento del Paranaguasú

El nombre de Amazonas fue dado algunos años después a partir de unos relatos que Fray Gaspar de Carvajal, cronista de la expedición de Orellana...

  • GABEL DANIEL SOTIL GARCÍA
  • Docente principal de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la UNAP

La enseñanza de la historia de una sociedad, país o región, puede ser abordada desde muy diferentes perspectivas.

Hasta el presente, nuestra historia regional ha sido abordada desde la perspectiva de quienes tenían el poder para tomar dicha decisión: la cultura que se hizo del poder político y económico a través de sus miembros ubicados en las cúpulas sociales, culturales, administrativas, económicas, etc. Como consecuencia, se nos viene presentando una historia sin protagonismo de los pueblos que fueran sojuzgados por diversos mecanismos. Como si dichos pueblos no hubieran construido nada valioso hasta la llegada de los conquistadores.

Un caso emblemático lo tenemos en el denominado “descubrimiento del Amazonas”, que en los momentos actuales es un conocimiento inamovible en el imaginario social; acontecimiento que, en la poca historia regional que se enseña en las instituciones educativas, se relata con la convicción de haber sido real.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que cuando el conquistador europeo llega a nuestra Amazonía, ya había muy diversos pueblos que milenariamente ocupaban toda la extensa cuenca de la que hoy conocemos como amazónica.

Por la forma de ocupación territorial, los ríos, las cochas, los lugares, los animales, las plantas, etc., tenían un nombre en el idioma predominante del lugar. Todo, todo tenía una designación nominal en dicho idioma.

Los omaguas, los kukamas, etc. designaban al gran río que les servía de vía de comunicación con el nombre de Paranaguasú, término proveniente de la gran familia lingüística Tupi-Guaraní, al que pertenecían dichas culturas. Hasta hoy subsiste este término en su respectivo idioma.

Dicho término podría ser traducido como “El gran río” (paraná = río, guasú = grande), que expresaba el reconocimiento de dichos pueblos a la grandiosidad de este río.

Pero también tenía otros nombres: Paranatinga (Río Blanco), Tungurahua (Rey de las Aguas), Parón Euá (Madre de las Aguas) en otros sectores de su recorrido. (*)

(No olvidemos que los brasileros denominan Marañón al Amazonas peruano, Solimoes, hasta el río Negro y, desde allí, recién lo llaman Amazonas).

Ahora bien, estos nombres originarios, dados por los pueblos indígenas, de acuerdo con su cultura, no fueron reconocidos por los españoles quienes, con el prejuicio de que todo lo creado por dichos pueblos no merecía ser reconocido como cultura, optaron por desconocer dichas designaciones y asignaron los nombres que ellos consideraban con valor cultural. Es así como nuestro Paranaguasú originario cambió, años después de ser descubierto por la expedición de Dn. Francisco de Orellana, por el nombre Amazonas.

Es decir, y en esto debemos estar claros, que lo que se descubrió para los ojos de los conquistadores europeos, fue el PARANAGUASÚ, que era el río que interconectaba a todos los pueblos de la gran nación omagua con cuyos hermanos, los kukama-kukamirias, lo navegaban para dinamizar sus interrelaciones y concretar sus intercambios culturales.

El nombre de Amazonas fue dado algunos años después a partir de unos relatos que Fray Gaspar de Carvajal, cronista de la expedición de Orellana, consignara en las crónicas del viaje que hicieran desde el río Coca, en lo que hoy es Ecuador, bajaran por el río que hoy conocemos como Napo hasta encontrarse con la magnificencia del río Paranaguasú, cuyo nombre no se le quiso reconocer por los conquistadores.

(*) Ref.: EL OMAGUA, suplemento estudiantil de Kanatari, Año I, 28-10-90, n.º. 2.

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